La enfermedad es de origen genético, aunque también influyen factores ambientales: Vera
Ofrece el centro atención para lograr mejoras en el lenguaje, la socialización y la conducta
Domingo 9 de enero de 2011, p. 29
Un niño que no se comunica y parece que no le interesa, que jamás mira a los ojos, no sonríe ni extiende los brazos para que su mamá lo cargue. Así es el autismo, enfermedad que se conoce desde 1949, pero cuyo diagnóstico ha mejorado en los pasados 20 años.
En el Centro Internacional de Restauración Neurológica (Ciren) de Cuba, ha sido evidente como con mejores herramientas diagnósticas, los casos detectados de autismo crecieron 30 por ciento en los pasados 10 años. Lo más importante después de confirmar el diagnóstico, aseguró Héctor Vera Cuesta, neuropediatra, es ofrecer a los pacientes una atención multidisciplinaria.
En no pocas ocasiones ocurre que por falta de información, los padres de familia recurren al siquiatra con la idea de que se trata de un trastorno de la conducta. Sí lo es, pero no únicamente. De hecho, explicó, ya se ha demostrado que existe un desorden en el sistema nervioso central.
Falta de conectividad
Detalló que las investigaciones más recientes en el campo de la neurología han demostrado que en el autismo existe falta de conectividad entre las regiones del cerebro. No es un defecto en la formación del órgano o que carezca del tamaño adecuado.
Se trata de una ausencia de conexión entre los lóbulos frontal y temporal. El primero permitió al hombre evolucionar, caminar y hablar, mientras el lóbulo temporal realiza tareas visuales complejas, como el reconocimiento de caras, y tiene funciones auditivas, entre otras.
De ahí que en el diagnóstico y tratamiento se requiera la participación del neurólogo, siquiatra, especialista en terapias de lenguaje, conducta y aprendizaje, entre otros.
Ninguna de ellas, por separado, puede mejorar las condiciones de los pacientes, indicó. Así se entendió en el Ciren, donde como parte del programa de restauración neurológica se ofrece a los pacientes y sus familias una atención médica integral, explicó Vera Cuesta.
Lo más importante es que los papás comprendan la enfermedad y acepten que el autismo no se cura. Es de origen genético, aunque también influyen factores ambientales. Lo que se puede lograr a partir de la información disponible son mejoras en el lenguaje, la socialización y la conducta.
Debido a lo complejo de la enfermedad, también es frecuente que los padres se desanimen y de hecho, pierdan las esperanzas de que su hijo mejore. De ahí la importancia de tener un diagnóstico certero, evaluar las manifestaciones predominantes del paciente y proponer un sistema de intervención con metas a corto y largo plazos, comentó Vera Cuesta, adscrito a la Clínica de Neurología Infantil del Ciren.
En el ámbito de la investigación, los especialistas del centro cubano se han enfocado en buscar marcadores biológicos para clasificar y diagnosticar el autismo, sobre todo para determinar desde los primeros años de vida del afectado si se trata de un trastorno primario o secundario. Hasta ahora el diagnóstico se concentra en las manifestaciones clínicas.
El autismo primario se expresa en tres áreas: el niño no alcanza desarrollo del lenguaje; muchas veces no se comunica ni tiene la intención de hacerlo y utiliza a su familia como instrumentos para lograr sus objetivos.
En el campo de la socialización no mira a los ojos ni sonríe. Tampoco extiende los brazos para que lo carguen y, desde el punto de vista conductual, es un individuo que no logra ver un objeto en su totalidad y al tener cerca un juguete, por ejemplo, concentra su atención en una sola parte. Son comunes en estos niños los movimientos de balanceo del cuerpo.
En el autismo secundario están presentes estas características, pero asociadas a otras condiciones clínicas como epilepsia, retardo en el desarrollo sicomotor y retraso mental. En ocasiones, explicó Vera, es difícil observar los límites de uno y otros.
Comentó que en colaboración con una universidad de Brasil, el Ciren trabaja en la identificación de marcadores de daño celular neuronal. También se buscan diferencias entre el tamaño de algunas estructuras cerebrales mediante resonancia magnética. Todavía es mucho lo que falta por conocer y entender, admitió el experto.
Respecto a los servicios clínicos del Ciren, comentó que luego del diagnóstico y tipificación de las características de cada enfermo, el médico propone la terapia a seguir, entre otras, de tipo ocupacional y estimulación cognitiva.
El tratamiento requiere de la estancia del paciente y su madre en las instalaciones del Ciren por periodos mínimos de cuatro semanas. Si bien el autismo no se cura, es posible lograr avances, como que el niño se vista solo y logre cierto grado de independencia.
Parece poco, admitió Vera Cuesta, pero para los padres de familia que lo viven todos los días cualquier avance significa mucho.
La representación del Ciren en México se localiza en Río Mixcoac 36-1102, colonia Actipan. Teléfono: 56 82 91 00. Más información en www.ciren.com.mx
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