Quienes tienen los ingresos más altos cuentan con cuatro veces más posibilidades de cursar ese nivel de estudios
El DF, la entidad donde más alumnos pueden llegar a licenciatura
Lunes 3 de enero de 2011, p. 29
Hoy día sólo 20 por ciento de los jóvenes más pobres en el plano nacional acceden a la enseñanza superior, mientras aquellos con los ingresos más altos tienen una probabilidad cuatro veces mayor de cursar una carrera universitaria, desigualdad que evidencia la incapacidad del país para impedir que el origen de clase condicione el destino educativo, social y laboral
de dicho sector, advierte el subsecretario de Educación Superior Rodolfo Tuirán.
Afirma que la disparidad económica y social, además de condicionar el ingreso a dicho nivel educativo, también contribuye a reproducir las divisiones sociales
mediante el acceso selectivo
a las instituciones, según el origen socioeconómico de los alumnos.
Así, el funcionario federal apunta que una nación con poca movilidad social tiene el peligro de generar frustración y resentimiento social, con los costos que todos conocemos
.
En entrevista, Rodolfo Tuirán anuncia que, no obstante lo anterior, hoy se puede hablar de un recambio
en la composición social de la matrícula universitaria, porque los grupos más desfavorecidos se incorporan cada vez más a la enseñanza superior: su número aumentó de 458 mil en 2004 a más de 700 mil en la actualidad.
Lo anterior, añade, podría beneficiar una inserción más favorable del país a la economía del conocimiento y un aumento de la competitividad y la productividad. Además, reforzar el papel de la educación como palanca de movilidad y cohesión social, apuntalando a las clases medias
, y reducir las brechas en el acceso a la enseñanza profesional. La masificación de la educación superior, destaca, es la base de la construcción de una ciudadanía democrática.
El funcionario explica que la inequidad en el ingreso a la educación superior es resultado de un proceso en el que se acumulan múltiples situaciones de exclusión en la biografía de los jóvenes
.
De acuerdo con datos de la subsecretaría que Tuirán encabeza, las brechas están marcadas por región, origen rural-urbano, entre las mismas zonas metropolitanas y por entidades federativas. Así pues, las diferencias entre la ciudad de México y un estado como Querétaro son abismales.
En la capital del país 57 por ciento de jóvenes acceden a dicho nivel de estudios. En contraste, la cifra para los jóvenes queretanos es de apenas 16 por ciento, el índice más bajo a escala nacional.
Después del Distrito Federal, las entidades con más altos porcentajes en materia de cobertura de enseñanza superior son Nuevo León (38 por ciento), Sonora (37 por ciento), Nayarit (37 por ciento), Sinaloa (36 por ciento) y Colima (35 por ciento).
Los estados con más baja cobertura después de Querétaro son Chiapas (18 por ciento), Oaxaca (18 por ciento), Guerrero (19 por ciento), Guanajuato (20 por ciento) y estado de México (21 por ciento).
Por regiones, las distancias son igualmente marcadas. Mientras en las zonas sur y península accede 15 por ciento a educación superior y poco más de 20 por ciento, respectivamente, en el noreste lo hace más de 35 por ciento y en la capital y la región este 30 por ciento.
El programa sectorial planteó como meta pasar de 15 a 18 estados, con un nivel equivalente a 25 por ciento o más de jóvenes que acceden a dicho nivel educativo. Ese objetivo ya fue superado, debido a que 24 entidades rebasaron ese índice en 2010.
Sin embargo, México aún está lejos de tener igualdad de oportunidades en acceso a enseñanza superior: 20 por ciento de jóvenes provenientes de los hogares con menores ingresos asiste a la universidad; esto es, 7 por ciento más en comparación con 2004, cuando la cifra era de 13 por ciento.
La desigualdad social y económica limita el ejercicio pleno del derecho a la enseñanza en ese sector, señala Tuirán. De esta manera, abunda, el país desperdicia uno de los activos más importantes con que cuenta (el potencial de sus jóvenes), mostrándose incapaz de impedir que el origen social condicione en buena medida el destino educativo, social y laboral de esa población
.
Pero además, advierte, dicha desigualdad condiciona el acceso a “circuitos diferenciados de calidad según el origen socioeconómico o el tramo de ingreso de los estudiantes, con lo cual contribuye a reproducir las divisiones sociales.
Este acceso selectivo se puede entender a partir de la diferenciación social entre instituciones (de mayor a menor calidad), que genera a su vez una diferenciación social entre estudiantes. Así, la universidad o institución a la cual se ingresa es tan importante como acceder o no a la educación superior.
La exclusión se refleja en el rezago educativo o en el abandono temprano de la escuela, lo cual condena a los jóvenes a seguir trayectorias marcadas por la precariedad laboral, la baja productividad y los bajos ingresos, escasos niveles de bienestar y frustración, sostiene.
Por ello considera que para aumentar las probabilidades de acceso y permanencia a dicho nivel educativo por los jóvenes de bajos recursos es necesario multiplicar las oportunidades que brindan los programas de becas tanto de los diferentes órdenes de gobierno como de las instituciones públicas y particulares de enseñanza.
Refiere que dichos apoyos económicos se incrementaron de 162 mil en el ciclo 2006-2007 a más de 302 mil en el 2009-2010, lo cual equivale a un crecimiento de 87.1 por ciento
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