Javier Hourcade Bellocq*
En las conclusiones de la reciente consulta regional sobre Acceso Universal en la Ciudad de México, y en otras publicaciones y discusiones recientes, se habla mucho de la crisis de los liderazgos, de los desafíos de la sostenibilidad y del rol de la sociedad civil en los nuevos escenarios, como los planteados por el Fondo Mundial. Quisiera compartir algunas reflexiones en este sentido.
Hace unos días, en una reunión con algunos colegas del trabajo en la que conversábamos sobre cómo sería el futuro del trabajo con la sociedad civil en un contexto que se agrava, de menos recursos financieros, un colega dijo: “El problema de la sostenibilidad de las ONGs radica en una crisis de identidad. Hoy muchas ONGs y OBCs están dedicadas a ejecutar proyectos y programas con financiamiento externo. Cuando este financiamiento es limitado o desaparece, la supervivencia de la organización está en riesgo. Y esto sucede principalmente porque se han transformado más en gestores y ejecutores de proyectos que en medios de cambio para el control y la vigilancia social, la incidencia política y la construcción de una “sociedad diferente”.
Esta caracterización de la realidad me pareció fantástica, nada quizás que no se haya dicho antes, pero tal vez en esa discusión, en aquel momento, todas las piezas se ordenaron rápidamente en mi cabeza.
Lucca Occhini, responsable del equipo de América Latina y el Caribe dijo en México: Probablemente, la complejidad de los procesos de formulación y gestión de propuestas para el Fondo Mundial sea una experiencia cercana para muchos y muchas de nosotras; sin embargo, pocas veces avanzamos hacia el conocimiento profundo –y necesario- de los proyectos locales y regionales, los cuales no pretenden suplantar las acciones que los países deben asumir sino, por el contrario, complementarlas. Con palabras diferentes más o menos ha dicho lo mismo.
Por eso me atrevo a sostener algo, que varios colegas sostienen también, lo verbalicen públicamente o no, y es que una gran parte de la sociedad civil afrontamos una profunda crisis. No es una crisis de liderazgo, de financiamiento, de sostenibilidad. Es una severa crisis de identidad. Disculparán la injusticia de las generalizaciones.
Las Organizaciones No Gubernamentales y Organizaciones de Base Comunitaria que cubren los más diversos temas, más allá del VIH/sida, se crearon por una necesidad. Así, grupos de personas se reunieron para responder urgentemente a situaciones de injusticia, por la violación de los derechos humanos y la necesidad de agruparse para cambiar las políticas públicas y sociales. De esta manera y desde el tercer sector controlar a los poderes públicos y privados.
Algunas organizaciones siguen con esta fuerte “razón de ser” que les dio origen y otras muchas se han transformado en simples gestores. En muchos casos llevando adelante programas que han desplazado a los gobiernos en su rol de, por ejemplo, proveer servicios de salud universales.
Entonces así, ONGs y OBCs crecen y reviven bulliciosas cuando aparece una fuente de financiamiento y quedan al borde del colapso cuando éste se termina. En este proceso se desdibuja su rol y contribución política para una mejor democracia, mejores instituciones y, en conclusión, un mejor país, más equitativo y justo. Pierden en muchos casos la necesidad (y obligación) de rendir cuentas, lo que ahonda su desconexión y comunicación con las bases que representan y/o sirven.
La discusión sobre el acceso al financiamiento en la región, también englobada comúnmente dentro del concepto de sostenibilidad, es totalmente simplista y parcial. Estamos viendo un árbol como “hojas verdes” y perdiéndonos la posibilidad de ver el bosque.
Y la pregunta es: ¿son todas estas organizaciones aún necesarias? Bueno, si su existencia depende de recursos externos y de implementar proyectos, creo que la respuesta es afirmativa, pero sólo mientras dure la vida del proyecto.
No es casual que exista un fuerte recelo de una parte de la sociedad civil por los movimientos emergentes con una fuerte identidad, necesidad y clara agenda; por mencionar un par, el de las trabajadoras sexuales y las transgéneros. Fenómeno que se agudizará con la disponibilidad sólo de recursos limitados para trabajar, basado en las evidencias epidemiológicas con estas poblaciones.
Mi sensación es que de esta crisis no se sale con discusiones regionales y el llamado retórico a los nuevos liderazgos. Se requiere de una reflexión y trabajo al interior de la organización, definiendo o redefiniendo el lugar que tiene nuestra organización en el cosmos de la respuesta nacional, regional e internacional a esta enfermedad. Al menos, para sólo así poder seguir afirmando que somos parte de la solución.
La verdad es que ha sido algo desilusionante ver las conclusiones de la consulta regional, a la vez de haber conversado con colegas allí presentes. Ha habido una vez más “mucho ruido y pocas nueces” y hemos terminado también con una larga lista del mercado, casi idéntica a las del 2001 y del 2006, dividida, atomizada por un sinnúmero de agendas aisladas. ¿Otra oportunidad desperdiciada?
*Miembro de la Delegación de las Comunidades de la Junta del Fondo Mundial y fue Miembro de la Junta del Fondo Mundial entre 2006 y 2009. Está basado en Buenos Aires, Argentina.
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