Rocío Sánchez
De emergencia mundial y “uno de los desafíos más graves para la vida y la dignidad del ser humano” en 2001, el VIH pasó a ser “una catástrofe humana sin precedentes” en 2006 y se ha mantenido así hasta 2011. Con estas palabras la Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha definido al sida, que el 5 de junio pasado cumplió tres décadas de haber sido documentado por primera vez.
Los adjetivos aparecen al inicio de tres Declaraciones que, con diferencia de cinco años entre ellas, han marcado el rumbo de la respuesta a la pandemia, al reconocer que se trata de una problemática compleja que involucra no sólo al sistema de salud, sino a los esquemas económicos y a la sociedad civil en general.
La primera Sesión Especial de la Asamblea General de la ONU (UNGASS, por sus siglas en inglés) se realizó en 2001 para analizar la manera de enfrentar la pandemia de VIH/sida, que para entonces cumplía veinte años y habían pasado apenas cinco de haber comenzado a prescribirse la terapia antirretroviral altamente activa o terapia triple como tratamiento contra el sida.
En esa reunión se enunciaron los factores –ya conocidos empíricamente– que influían en el rumbo de las infecciones. El estigma y la discriminación socavan los esfuerzos de prevención, se reconoció. “La igualdad de género y la potenciación de la mujer son elementos fundamentales para que mujeres y niñas sean menos vulnerables al VIH/sida”, se dijo, y se determinó que la prevención debía ser la base de la respuesta a la epidemia.
Así, se firmó la Declaración de Compromiso en la Lucha contra el VIH/sida, la cual incluyó una serie de metas a corto plazo: para 2003, los 189 países firmantes se propusieron elaborar planes de financiamiento multisectoriales para combatir el VIH; establecer metas por país, con plazos concretos y que reconocieran y abordaran los factores que potencian la epidemia.
De la misma forma, las metas para 2005 fueron: reducir en 25 por ciento la prevalencia del VIH en jóvenes de 15 a 24 años de los países más afectados (tarea que hasta hoy han logrado sólo algunas de esas naciones); aplicar estrategias para trabajadores migratorios; asegurar una amplia gama de programas de prevención que consideraran las circunstancias y valores culturales locales; asegurar que cuando menos 90 por ciento de las y los jóvenes entre 15 y 24 años tuviera acceso a educación específica sobre VIH. Los esfuerzos por cumplir esta última meta, según el informe presentado por la ONU en marzo pasado, apenas han logrado que 34 por ciento de la población joven tenga conocimientos precisos y completos sobre el VIH.
También en 2001, como punto 90 de la declaración, se acordó la creación de un fondo mundial contra la pandemia. El Fondo Mundial de Lucha contra el Sida, la Tuberculosis y la Malaria nació al año siguiente.
Llamado a la respuesta global
Cinco años después, en la reunión de seguimiento al tema, los países reunidos en Nueva York suscribieron la Declaración Política sobre el VIH/sida, en la que decían seguir “profundamente preocupados” por la expansión global de la epidemia. “Observamos con alarma que nos enfrentamos a una catástrofe humana sin precedentes”, se leía al inicio el documento.
En ese 2006, se planteó como meta formal el acceso universal a prevención, el tratamiento, la atención y el apoyo a las personas con VIH y a aquéllas afectadas por la pandemia. Otra preocupación se enfocó a la feminización de la epidemia, por lo que las naciones firmantes se comprometieron “a eliminar las desigualdades de género, el maltrato y la violencia por motivos de género”. Asimismo, se comenzó a plantear la necesidad de promulgar leyes para proteger de la discriminación a las personas con VIH.
En opinión de Luis Adrián Quiroz, coordinador general de la organización Derechohabientes Viviendo con VIH/sida del IMSS (DVVIMSS), en México el acceso universal es una meta que ya se ha conseguido, sin embargo, “falta que haya disponibilidad de medicamentos en todo el sistema nacional de salud”, pues el hecho de que exista el acceso no significa que los medicamentos estén realmente disponibles para las personas que los requieren.
Avances y retos
El 28 de marzo pasado, la ONU emitió el documento Unidos por el Acceso Universal: hacia cero nuevas infecciones por VIH, cero discriminación y cero muertes relacionadas con el sida, una revisión de cómo se implementaron la Declaración de Compromiso de 2001 y la Declaración Política de 2006.
A pesar de los rezagos, el organismo internacional considera que la respuesta al VIH “se ha convertido tal vez en el ejemplo más contundente del poder de la solidaridad internacional, la acción basada en evidencia y el compromiso político”. Pero advierte que estos logros, aunque alentadores, “son extremadamente frágiles”.
Por ejemplo, en 2009 la asistencia internacional para el VIH decayó por primera vez, reflejando las reducciones en otras formas de ayuda para el desarrollo. En contraste, tras varios años de haberse incrementado de forma constante, los avances demostraron que el “acceso universal es viable y esencial para el éxito a largo plazo”.
En materia de prevención, la llamada Declaración Cero afirma que el mundo no será capaz de reducir de manera clara la tasa de transmisión del VIH si no pone atención en las necesidades preventivas de las poblaciones clave en mayor riesgo. Al respecto, reporta que sólo 26 por ciento de los países cuenta con objetivos de prevención para trabajadoras y trabajadores sexuales, 30 por ciento para personas que usan drogas y 18 por ciento para hombres que tienen sexo con hombres. “La mayoría de los países no reporta datos sobre esas poblaciones clave”, afirma. Sumado a esto, 79 países criminalizan las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo y más de 100 naciones criminalizan aspectos del trabajo sexual.
Sobre la nueva evidencia científica que muestra que si una persona se mantiene en tratamiento antirretroviral es 96 por ciento menos probable que infecte a su pareja, la ONU considera que estos beneficios preventivos sólo subrayan la necesidad de unir los esfuerzos de prevención y tratamiento.
De esta forma, el secretario general, Ban Ki Moon, hace cinco recomendaciones para tomar acción contra el VIH/sida, entre ellas: terminar con las nuevas infecciones, construir liderazgos e inversiones sostenidos, romper la trayectoria ascendente de los costos de la epidemia, fomentar un cambio social para mujeres y niñas, y asegurar la responsabilidad para el acceso universal.
En este reporte también se plantean seis metas globales para 2015, entre ellas: reducir en 50 por ciento la transmisión sexual del VIH (incluso entre poblaciones clave), asegurar que 13 millones de personas reciban tratamiento antisida en 2015, y reducir en 50 por ciento el número de países que restringen la entrada, tránsito o residencia de las personas con VIH.
El Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/sida (Onusida), en su Hoja de Ruta 2011, afirmó que la respuesta al sida debe transformarse. La nueva visión de la llamada Declaración Cero es “intencionalmente ambiciosa, reflejando las altas aspiraciones del movimiento global” contra el sida.
Nuevo punto de partida
A una década de la primera reunión, el VIH/sida sigue siendo “una emergencia mundial” que requiere de “una respuesta mundial amplia y excepcional”. Por ello, del 8 al 11 de junio pasado se efectuó una nueva sesión de UNGASS sobre sida, a la que acudió una veintena de activistas mexicanos junto a un grupo de funcionarios, encabezados por el secretario de Salud, José Ángel Córdova Villalobos.
De acuerdo con Jorge Saavedra, ex director del Centro Nacional para la Prevención y el Control del Sida, fue la delegación oficial mexicana la que impulsó que en la Declaración final se incluyeran, por primera vez de manera explícita, las poblaciones clave más afectadas por la epidemia: hombres que tienen sexo con hombres, trabajadores y trabajadoras sexuales y personas que usan drogas inyectables.
Entre los compromisos concretos plasmados en la Declaración Política Sobre el VIH/sida: Intensificación de Nuestro Esfuerzo para Eliminar el VIH/sida destaca la meta global de 15 millones de personas en tratamiento antirretroviral para el año 2015. Esto implica más del doble de los 6 millones de personas que actualmente reciben fármacos. También se propone disminuir 50 por ciento la transmisión sexual e intravenosa del VIH, así como “tratar de eliminar” la vertical; invertir entre 22 y 24 billones de dólares al año en la respuesta al VIH; eliminar las desigualdades y la violencia de género, y apoyar la participación de los jóvenes en la lucha contra la epidemia.
En los temas relativos a las mujeres, la Declaración final fue insuficiente, consideró Eugenia López, coordinadora de la organización civil Balance, en charla con Letra S. Esto debido a que “nos quedamos igual que en 2006, no logramos avanzar en el reconocimiento de los derechos reproductivos”, lo cual pone de manifiesto la “timidez” con la que se ha ido avanzando en mencionar las necesidades de mujeres y niñas.
La activista lamentó que los tomadores de decisión no se hayan dado cuenta de que las mujeres requieren estar informadas y conscientes del riesgo que corren de adquirir el VIH. “En este sentido también somos las que vivimos más alejadas de los sistemas de salud como para tener un diagnóstico y tratamiento oportunos”. Reconoció que es “muy importante” hacer campañas que vayan enfocadas a disminuir la violencia basada en el género y campañas de prevención primaria para las mujeres, pues en ese aspecto “estamos en pañales todavía”.
De la palabra a la acción
Para Jorge Saavedra, hoy embajador global de la organización civil Aids Healthcare Foundation, la meta de dar medicamentos a 15 millones de personas implicaría “una sangría para el sistema de salud”, puesto que en el país 65 mil personas están bajo tratamiento a un costo de 2 mil dólares por persona al año, pero para cubrir la meta se requeriría tratar a 150 mil. “Por eso se necesita fortalecer el proceso de negociación de precios con la industria farmacéutica”, afirmó el ex funcionario en conferencia de prensa.
Por su parte Gerardo Cabrera, miembro fundador de la Red Mexicana de Personas que Viven con VIH/sida, consideró que las reuniones UNGASS ayudan a dar seguimiento a los compromisos que los países hacen respecto al control de la epidemia, pero observa que falta mucho por cumplir: “a pesar de que se diga que ha habido avances, no se ha podido llegar a las metas planteadas, antes bien llegan retos nuevos”. Para el también vocal del Consejo Nacional para la Prevención del Sida, es importante tomar con precaución avances como el uso del tratamiento antisida como estrategia de prevención, pues “no se habla de los efectos secundarios que a largo plazo tienen las personas con VIH que toman los medicamentos”. En plática con Letra S, recuerda que la calidad de vida de las personas con VIH también debe ser parte de la discusión; “el tratamiento como prevención es una oportunidad y creo que debemos empezar a caminar hacia allá, pero tampoco podemos dejar de lado estos otros temas”.
Tanto Cabrera como Uribe y el propio Luis Adrián Quiroz coinciden en que a partir de esta reciente reunión, la sociedad civil debe encargarse de vigilar el cumplimiento de los acuerdos. Sobre todo, cita Quiroz, porque el titular del Centro Nacional para la Prevención del Sida, José Antonio Izazola, ha afirmado que al tratarse únicamente de una declaración política, México puede o no implementar los acuerdos. “Esto nos hace reflexionar sobre cómo hacer para que esas declaraciones políticas se aterricen y cómo exigir al gobierno mexicano que esto se materialice”.
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