Rafael H. Pagán Santini
Recientemente se ha descubierto que las diferencias entre los sexos, además de las genitales, se encuentran en la anatomía del cerebro. Las investigaciones sugieren que el cerebro de los hombres se organiza según líneas diferentes del de las mujeres desde una edad muy temprana. La diferencia de tamaño entre los sexos ha podido ser corroborada desde el nacimiento, y algunos datos sugieren que las diferencias sexuales en la asimetría hemisférica ya existen en el feto humano. Las hormonas sexuales dirigen esta diferenciación durante el desarrollo, existiendo una relación entre los niveles de determinadas hormonas y la estructura cognitiva en la edad adulta.
Este no es lugar para hacer una revisión bibliográfica exhaustiva sobre los fundamentos científicos que sustentan el origen biológico del comportamiento sexual, sea heterosexual, homosexual, bisexual o transexual, pero sí se pueden exponer algunos datos serios y concluyentes que den luz sobre el fundamento biológico de la homosexualidad.
Entre las estructuras cerebrales diferentes entre sexos se ha identificado un núcleo delante del hipotálamo que funcionalmente pertenece a él. Este núcleo sexualmente dimorfo tiene mayor tamaño y un número mayor de células en el hombre que en la mujer.
La insistencia en señalar las diferencias morfológicas entre el cerebro de macho y hembra humanos obedece a que existe una relación entre función y estructura. La palabra función tiene en biología dos significados muy diferentes: se usa a veces para procesos fisiológicos y a veces para el papel biológico de un rasgo en el ciclo vital del organismo. “Por ejemplo, las patas de un conejo tienen la función de la locomoción (…) pero el papel biológico de esta facultad puede ser escapar de un predador, el desplazarse hacia una fuente de alimento, encaminarse a un hábitat propicio [o] discurrir en busca de una pareja”, explicaron Bok y Von Wahlert.
El núcleo hipotalámico NIHA-3, que tiene mayor volumen en los hombres que en la mujeres, es mayor en los hombres heterosexuales que en los homosexuales; su función fisiológica es procesar una respuesta una vez recibe un estímulo. Por ejemplo, en el caso de las feromonas recogidas por la nariz, las cuales contienen la información sexual sobre otro organismo y son enviadas al área en cuestión para su valoración, provocando el deseo de copular. El papel biológico de esta estructura es provocar la cópula, acto que genera placer en sí mismo, lo que refuerza su repetición. La ligazón entre sexo y reproducción es contingente. La valoración de estímulos recibidos se traduce en comportamientos facilitadores o inhibidores.
Partiendo de estos hechos, quien mejor expone el punto es Simon LeVay, neurocientífico gay del Instituto Salk de San Diego, California, al señalar que, para que las pruebas sobre el carácter innato de la orientación sexual sean contundentes, es necesario mostrar que las diferencias neurológicas existen en etapas tempranas de la vida y que es posible predecir la orientación sexual a partir de ellas. Sin embargo, para este tipo de investigación sería necesario documentar las diferencias morfológicas y confrontarlas prospectivamente con la orientación sexual de sus poseedores. Hoy no se cuenta con información de esta naturaleza pero tenemos datos serios y contundentes que permiten inferir el origen biológico de la homosexualidad.
Lo anterior refuerza y hace perfectamente coherentes tanto los resultados de las investigaciones de LeVay, como otras. Ellas han dado evidencia del origen biológico de la homosexualidad. La evidencia presentada por estudios de neuroimagen y los análisis de las variaciones neuroanatómicas ha permitido implicar a la circuitería neuronal que modula los aspectos del comportamiento emocional e instintivo con la homosexualidad.
El comportamiento homosexual sería pues, la consecuencia de las variaciones en la regulación instinto-emocional producto de las alteraciones neuroanatómicas que se generan como consecuencia de la predisposición genética. Le corresponde a la neurogenética identificar los genes que participan en la variabilidad comportamental del espectro sexual del ser humano.
*La versión extensa de este artículo puede consultarse en www.letraese.org.mx
**Publicado en el número 182 del Suplemento Letra S del periódico La Jornada el jueves 1 de septiembre de 201
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