Hallan pertenencias de víctimas y condenan descuido de autoridades
Jueves 3 de noviembre de 2011, p. 12
San Fernando, Tamps., 2 de noviembre. Entre ventarrones y tolvaneras, las 33 integrantes de la Caravana de Madres Buscando a sus Hijos Desaparecidos en Tránsito arribaron a esta población fronteriza, maldita
por la sangre que hace más de un año regaron 72 migrantes centro y sudamericanos masacrados por miembros del crimen organizado.
Este lugar hace un año fue maldecido y se llenó de muerte. Hoy venimos a bendecirlo y a llenarlo de vida
, dijo el cura franciscano Tomás González, guía espiritual de las 28 hondureñas; cuatro nicaragüenses y una salvadoreña que el pasado jueves iniciaron un viaje para buscar a sus hijos en distintas rutas del territorio mexicano, utilizadas por indocumentados en su intento por llegar a Estados Unidos.
El predio donde los 72 migrantes de Centro y Sudámerica fueron asesinados por presuntos miembros del cártel de Los Zetas está ubicado sobre un camino de terracería, a unos ocho kilómetros de la carretera que comunica San Fernando con Reynosa y Ciudad Victoria.
Se trata de una bodega abandonada, con un portón de acero oxidado que se mantiene en el sitio después que fue derribado a balazos, como si los pistoleros lo emplearan para tiro al blanco.
Quince meses después de la masacre aún se desconoce si los migrantes fueron asesinados en ese lugar o en otro sitio, y si después fueron trasladados y apilados como se vio en las fotografías publicadas por periódicos y agencias. Aun cuando la noticia de la matanza de San Fernando, Tamaulipas, dio la vuelta al mundo, 14 de los 72 cadáveres no han sido identificados.
Las mujeres que buscan a sus hijos encontraron en el granero abandonado gorras, tenis, una chamarra, restos de lámparas y otros objetos que pudieron haber pertenecido a las víctimas.
Lo que estamos viendo es el nivel de descuido de las autoridades; por una gorra se puede identificar a alguien. Esto es reflejo del desprecio que se tiene por la vida
, afirmó Marta Sánchez Soler, coordinadora del Movimiento Migrante Mesoamericano, responsable de la logística de la caravana.
En señal de luto y para bendecir el terreno que en agosto de 2010 se cubrió de sangre, las mujeres esparcieron hojas y pétalos de flores y obsequiaron algunas a los policías estatales que custodiaron su autobús durante el trayecto que emprendieron desde el puerto de Tampico, el miércoles por la mañana.
Durante el viaje, las integrantes del grupo estuvieron alegres, algunas cantaron y bromearon, pero conforme el autobús se acercaba a San Fernando por el camino de terracería, el ánimo cambió: había miedo.
Si la zozobra es algo que sientes cuando no sabes qué va a suceder, estoy en medio de la zozobra
, dijo Rubén Figueroa, uno de los activistas que acompañan a las centroamericanas.
En la bodega abandonada se cumplió la advertencia que al mediodía hizo una académica que acompaña al grupo. Hubo un electroshock de sensaciones
y las manifestaciones de tristeza, coraje e impotencia no tardaron en aparecer.
Cómo es posible que haya gente tan ingrata, capaz de hacer tanto daño. Ellos no vienen aquí a hacerle daño a nadie, no es justo que nuestros hijos vengan a perecer sólo por buscar trabajo
, fue el grito entrecortado por el llanto de Doris Marisa Cerrato, cuya hija Doris salió hace seis años de Honduras rumbo a Estados Unidos. Ella quería buscar trabajo. Desde entonces no sé nada de ella. Tenía 19 años, en octubre cumpliría 25
, relató.
La Caravana de Madres Buscando a sus Hijos Desaparecidos en Tránsito pretende localizar a sus familiares y al mismo tiempo reclama al gobierno mexicano y a los de países de Centroamérica la falta de atención al fenómeno de la movilidad humana
, manifestó Rosalina Rivas, representante de la Red de Comités de Familiares de Migrantes de Honduras.
Una de las manifestantes más entusiastas es Emeteria, una hondureña que durante la caravana de hace un año encontró a su hija en el estado de México; tenía 25 años desaparecida. Hoy ambas forman parte del contingente e impulsan a quienes siguen buscando a sus parientes.
Espero que todas encuentren a sus hijos. Que ustedes tengan la misma alegría que yo sentí cuando encontré a mi hija
, expresó poco antes de que las flores y las prendas encontradas en San Fernando fueran regadas con agua bendecida.
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