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sábado, 25 de febrero de 2012

Las muertes no fueron fortuitas, custodios llamaron a las víctimas

María Alejandra Arroyo
Corresponsal
Periódico La Jornada
Sábado 25 de febrero de 2012, p. 13

Monterrey, NL. 24 de febrero. Frente al penal de Apodaca los familiares de los internos hacen fila en completo orden para poder ingresar. En las alturas un helicóptero va y viene, vigila que nadie intente romper la calma. Las mujeres, quienes asisten para ver a sus hijos, esposos y hermanos, hablan en voz baja cuando termina la visita sobre lo que les han platicado los internos. Es poco lo que dicen, refieren que la mayoría intenta tranquilizarlas con un ya pasó.

Martha cuenta que su hijo está interno en el ambulatorio D, donde dormían los 44 masacrados que la autoridad ha señalado como miembros del cártel del Golfo. “Él los conocía bien –dice–, convivía con ellos y está muy asustado”. Preso por posesión de armas, su hijo le platica que nadie ahí puede presumir de ser una blanca paloma, pero la vida en el penal de Apodaca es una redición de las pugnas entre cárteles que se dan en las calles del país. Ella, una mujer que sólo terminó la primaria, dice que cuando su hijo fue detenido pensó que podría ser el inicio de una nueva vida. No fue así.

Su hijo le contó que fueron los custodios quienes sacaron del ambulatorio, uno por uno, a los que resultaron muertos. “Los llamaban por su nombre, buscaban a algunos en especial, las muertes no fueron fortuitas. Se escondió en el baño, pero no iban por él, si no, lo hubieran ido a sacar de allí.

“Me contó que luego de que los custodios sacaban a los internos que iban a masacrar, se escuchaban gritos y lamentos, les pegaron salvajemente con tablas; estaban todos aterrados, no entendían lo que pasaba. Allá adentró todo está muy mal, les cobran dinero sólo por estar, los golpean y para no ser molestados tienen que pagar 120 pesos; yo le traigo dinero porque él, ¿de dónde?

Yo ya le dije que me diga todo, que denunciemos en derechos humanos, que no tenga miedo, pero sí lo tiene. En general han hablado muy poco de los hechos, la mayoría evade el tema, te dicen que ya pasó.

El martes en la tarde, cuando inició el operativo de traslado balacearon y gasearon a los internos... tienen miedo de contar cómo fueron golpeados, les robaron sus pertenencias, y fueron tiroteados con balas de verdad, no de salva como dijo el director. Entraron a las alas gaseando y tirando con armas, no sé de qué calibre, pero los casquillos son grandes, narra un familiar que pide el anonimato.

“A los de las noticias de televisión se les entregó un casquillo y no dijeron nada de eso; fueron golpeados porque les decían que eran zetas. Los sacaron de los ambulatorios a golpes, los desnudaron, les revisaron todo ... en los ambulatorios todo está quebrado por el tiroteo y el desorden.”

Bajo estricta supervisión decenas de visitantes esperan turno para entrar. Los parientes muestran una conducta ordenada y respetuosa porque, informan, nos advirtieron que no tolerarían más agresiones en contra de los uniformados y no queremos que suspendan las visitas ni nos arresten.

La pregunta se lanza a un grupo en la fila: ¿saben cómo se vive allá dentro? Rosa se anima: todo depende del ambulatorio en el cual se encuentre tu pariente y de su poder, no todos son tratados igual, unos mandan y otros obedecen, dice. ¿Y los custodios? Ellos son sirvientes de los poderosos, sólo mandan a los que no tienen din

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