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martes, 6 de noviembre de 2012

Ataques contra centroamericanos, casi un holocausto, denuncian




Ataques contra centroamericanos, casi un holocausto, denuncian
Personajes vinculados a la Iglesia llenan vacío dejado por la izquierda en apoyo a migrantes, afirma el escritor Emiliano Ruiz Parra
También cuestionamos a países expulsores: Solalinde
Blanche Petrich
 
Periódico La Jornada
Martes 6 de noviembre de 2012, p. 3
Antes, durante las últimas décadas del siglo XX, fueron los obispos rojos, prelados que predicaron la equidad y la liberación de los oprimidos y denunciaron los abusos del poder: Sergio Méndez Arceo, Samuel Ruiz, Arturo Lona, Bartolomé Carrasco y un puñado más, distribuidos principalmente en las zonas indígenas de México.
Ahora son las ovejas negras del siglo XXI, curas y laicos disidentes dentro de las instituciones católicas: Raúl Vera, Alejandro Solalinde, José Barba, Javier Sicilia, Pedro Pantoja y Carlos Rodríguez, entre otros. Es el tema del libro del joven periodista Emiliano Ruiz Parra Ovejas negras; rebeldes de la Iglesia mexicana en el siglo XXI. Y es objeto de la conversación de La Jornada con el autor y con Solalinde, párroco mexiquense que desde el Istmo ha levantado la voz en defensa de los migrantes centroamericanos: Como ellos, nuestros antecesores, nuestros profetas, somos perseguidos por las autoridades y presionados por nuestros superiores. Pero en nuestra generación hay una diferencia fundamental: Roma ya no tiene con qué amenazarnos ni intimidarnos. Ya no vemos al Papa como el dueño de la Iglesia. Entendemos que no debemos obediencia a la Iglesia, sino fidelidad a Jesús.
En su libro, que se presenta este martes en el museo Franz Meyer a las 19 horas, Ruiz Parra parte de una observación personal: la izquierda o centroizquierda partidista mexicana, en los últimos 10, 15 años –periodo de crisis de derechos humanos, de militarización de la seguridad pública, de orfandad de la protesta social–, dio la espalda a estos temas y generó lo que llama uno de los fenómenos más peculiares de nuestra historia reciente: personajes vinculados a la Iglesia católica llenaron ese vacío.
Y construyen esa obra social, añade Ruiz Parra, en terrenos muy concretos de la problemática más actual: la defensa de los transmigrantes –que sufren casi un holocausto–, el acompañamiento de las víctimas de la guerra contra el crimen organizado y los derechos laborales.
El puñado de personajes que elige para describir este fenómeno –no todos son curas; hay laicos, hay mujeres y un solo obispo, el de Saltillo– son, en su definición, dobles disidentes: de sus superiores y del Estado mexicano. Critican y denuncian las estructuras del sistema capitalista, algo que ya ni la izquierda cuestiona. Y llenan el vacío de los líderes políticos con un radicalismo muy moderno. De ahí su fuerza moral.
Institución insensible
Emiliano, forjado en la reportería en periódicos y revistas mexicanas, cede la palabra a Solalinde:
“Me acuerdo perfectamente del discurso que pronunció el dirigente del PRI, Pedro Joaquín Coldwell, el día que Enrique Peña Nieto fue proclamado presidente electo. Dijo: ‘llegó el tiempo del PRI’. No dijo: ‘llegó el tiempo de México, que ya no ve la suya’. Esa frase tan concisa refleja exactamente el perfil de ese liderazgo. Y lo mismo pasa con nuestra Iglesia actual: acomodaticia, insensible, que sólo ve cómo va a meter su agenda en el próximo gobierno.”
–En concreto, ¿qué vacíos han llenado?
–En el caso de Alejandro –dice Ruiz Parra–, en la defensa de los migrantes, y pegar de gritos por ellos. Este es casi un holocausto en México.
Alejando Solalinde, en 2007, a sus 65 años, párroco en Ixtepec, Oaxaca, decidió abrir un albergue para migrantes, no sólo para darles de comer y un espacio de descanso, sino para denunciar y auxiliarlos ante la creciente agresión de grupos delictivos y autoridades coludidas. Y cuando sus denuncias pisaron los callos de las policías municipales y estatales, del Instituto Nacional de Migración, del gobernador Ulises Ruiz y de la propia Secretaría de Gobernación, el sacerdote fue encarcelado.
Foto
El sacerdote Alejadro Solalinde en entrevista conLa JornadaFoto Víctor Camacho
–¿Cómo se vive hoy la persecución de esta iglesia popular?
Responde Emiliano: La generación anterior, no sólo en México sino en América Latina, vivió una persecución constante desde la cúpula del Vaticano. Eran censurados, intimidados con la eterna amenaza de ser acusados con Roma.
Tercia Solalinde: Hoy es igual, pero ya no tiene el mismo efecto. En mi caso, si a mí me regresan al laicado, lo consideraría un honor.
–Son ya varios años en los que los grupos religiosos se han destacado en su activismo en defensa de los migrantes centroamericanos. ¿Con qué resultado?
Responde el sacerdote: Lo que empezó siendo una acción asistencial se convirtió en un movimiento de incidencia múltiple: removió conciencias en México, interpeló a la clase política, a los legisladores, ya que las leyes han sido un regateo continuo de los derechos humanos. Ahora resulta que hay una fiebre pro migrante, sobre todo en la comunicad académica y otros sectores de la Iglesia. Una o dos veces al año estamos viajando a Centroamérica. Y estamos cuestionando también a los gobiernos de los países expulsores, beneficiarios de las remesas, cómplices de la situación, acomodados a la situación de empobrecimiento al permitir que las trasnacionales se hayan apropiado de las tierras y los recursos de su país, sin generar ni distribuir riqueza. En suma, es una crítica al capitalismo y a la Iglesia asistencial.
–¿Cómo comparar este discurso frente a la teología de la liberación de la generación anterior?
Emiliano Ruiz, estudioso del gran mosaico de la teología popular en Latinoamérica, afirma que esta generación de ovejas negras, curas y religiosas, pero también laicos comprometidos, ha asimilado lo mejor de la teología de liberación clásica pero ha renovado el discurso. Por ejemplo, el medio ambiente incorporado por Leonardo Boff; la migración, visibilizada por Solalinde y Raúl Vera; el tema de las mujeres, la reforma de la Iglesia católica; la diversidad sexual, que pusieron en la agenda Raúl Lugo en Yucatán y el propio Vera, con una pastoral con el tema de la homosexualidad; la lucha por los derechos sexuales por medio de Católicas por el Derecho a Decidir.
–¿Es una generación más desafiante a la jerarquía?
Responde el sacerdote: Sí. Y no es que no seamos respetuosos. En mi caso, no creo que pueda cumplir con la misión de defender al ser humano si no soy capaz de defenderlo ante la misma institución eclesial. No ofendo a la jerarquía con querer ser un cristiano maduro. Me niego a ser un cristiano niño, que al primer grito se calla y hace lo que diga su superior. ¿Por qué debo obedecer a una persona que está mirando las cosas desde arriba, desde el escritorio, desde el dinero, en sentido contrario a mi fidelidad a Cristo?
–Ese sí es un salto de calidad –tercia Ruiz Parra–, y estoy pensando, por ejemplo, en el regaño del papa Juan Pablo II a Ernesto Cardenal, en su viaje a Managua en 1983. Lo humilló por ser un sacerdote con un cargo en una revolución. Me pregunto si este testimonio radical va a ser un incendio en la pradera en una o dos generaciones; si los religiosos más jóvenes van a cuestionar más el centralismo de la Iglesia.
–Este es un sector minoritario. La Iglesia es cercana al poder; lo fue con el PAN, y el PRI de Peña Nieto también tiene su agenda muy identificada con las cúpulas más conservadoras.
–Claro. Pero esa jerarquía parece no darse cuenta de que cada día pierde feligreses. Hay una paradoja: esta minoría marginal y rebelde tiene más credibilidad que el gran aparato; la gente la quiere oír, la sigue, le cree. Por eso es un tema que merecería un libro

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