Graves confusiones sufre la Arquidiócesis de México cuando en su periódico Desde la Fe, sostiene que las autoridades del DF son talibanes laicistas
; cuando le parece que el laicismo es una religión única e intolerante y cuando, pretendiendo describir a las autoridades por la mayoría de los defeños electas, no hacen sino describir la forma en que actúa la cúpula católica: personajes intolerantes a la crítica, fundamentalistas en sus principios inmorales, incapaces de aceptar el reto del diálogo con la racionalidad y el derecho
.
La jerarquía católica debería saber –tantos años con posibilidades de estudiar– que, o se es dogmático y fundamentalista (como los talibanes y los extremistas religiosos de distintos credos) o se es laico. La laicidad no obliga ni pretende obligar a creer, y quien lo hace deja de actuar como laico. Lo que han hecho las leyes que la jerarquía católica tanto impugna es abrir las libertades para que la gente decida por sí misma. Eso forma parte fundamental de la laicidad y es, precisamente, lo que tanto molesta a la jerarquía: que la gente decida, que ejerza su ciudadanía y su libertad.
Hace rato, como dos siglos, que los jerarcas dejaron de ser guardianes de la conciencia ajena; sin embargo, siguen las nostalgias.
Eduardo del Castillo V., Frente por la Cultura Laica
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