Con una prueba se puede saber si los alimentos contienen OGM
Si bien la Cofepris ha autorizado entre 80 y 100 tipos para ser utilizados en el país, pueden intentar engañarnos; de ahí la utilidad de la prueba, basada en ácidos nucleicos: investigadores
Emir Olivares Alonso
Periódico La Jornada
Martes 25 de septiembre de 2012, p. 37
Martes 25 de septiembre de 2012, p. 37
La detección de productos alimenticios que contengan organismos genéticamente modificados (OGM) es compleja, pues las pruebas conocidas permiten hallar sólo un elemento transgénico a la vez. Sin embargo, un equipo de investigación del Instituto de Fisiología Celular de la Universidad Nacional Autónoma de México desarrolló un laboratorio que puede definir si los alimentos que ingresan al país contienen uno o varios OGM en la misma prueba.
Jorge Ramírez Salcedo, responsable de la unidad de microarreglos de DNA de ese instituto, detalló en entrevista que la única forma de saber si el maíz y otros productos que se importan presentan transgénicos es por la información colocada en etiquetas que requieren las autoridades mexicanas.
Es como mirar con un lente de aumento, ya que magnifica la información y podemos estar seguros si nos están vendiendo un producto libre de OMG.
Aseveró que la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) ha autorizado entre 80 y 100 tipos de transgénicos para ser utilizados en el país, como el algodón, la canola para hacer aceite y algunos tipos de maíz.
Pero aun así los productores pueden intentar engañarnos y gracias a nuestra prueba podemos tener más certeza de lo que compramos.
El científico explicó que el laboratorio funciona con el uso de ácidos nucleicos –los cuales también se utilizan en pruebas forenses– mediante los cuales se puede definir si un organismo bueno o no para la salud está presente en los alimentos.
El microarreglo me permite mirar todos los genes de un organismo al mismo tiempo, ver todos los eventos transgénicos que pudieran estar presentes en una muestra biológica. Todo en una sola prueba y no uno por uno, como hacen otros estudios.
El tema de los transgénicos debe poner en una balanza todos los elementos: “Por un lado existe una población creciente y por otro tenemos a escala mundial una limitada cantidad de territorio para producir comida (para esa cantidad de habitantes), por lo que eventualmente se van a rebasar una a la otra. La interrogante es ¿qué pasará?
El productor de OGM enfrenta problemas, pero eso no nos corresponde discutirlo. Lo que sí podemos hacer es generar una prueba que permita, tanto al importador de una materia prima como al productor de un bien de consumo, mostrar qué contiene o si está libre de OGM.
Es sabido, abunda, que en México la producción nacional de maíz es insuficiente para la demanda de consumo.
Si lo importamos, ¿cuál es la garantía que nos dan para conocer si no está genéticamente modificado? La etiqueta. El Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria puede tomar muestras al azar y buscar esos elementos, pero sólo de una a tres. Los ácidos nucleicos (usados en el laboratorio universitario) tienen una ventaja: de una cantidad pequeña se pueden amplificar los datos y hacerlo evidente. Además, el desarrollo del Instituto de Fisiología Celular puede realizar 16 muestras simultáneas e identificar entre 100 y 200 elementos por cada una.
La legislación se debe cumplir, sobre todo cuando se trata de la comida. Es de interés general saber qué comemos, qué nos venden. No se trata sólo de alimentarse, sino de hacerlo bien y de manera saludable. Aunque los productores tienen interés por ganar más, no por eso deben pasarse de listos. Hay casos en los que informan a las autoridades que los productos contienen ciertos OMG que están permitidos por las normas, pero ocultan que tienen otros que no están en la legislación. El fabricante tiene obligación de decir lo que hace, pero desde lo económico y comercial no le conviene.
Para el académico universitario el debate en torno a los transgénicos debe continuar, pues es un tema nuevo (la primera producción masiva se hizo a mediados de la década de los 90 del siglo pasado). Por ello, en los foros de análisis no sólo deben estar aquellos que desestiman el uso de esos productos –tanto científicos como ambientalistas–, sino también quienes los defienen, incluso representantes de Monsanto
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