Sin el mar no sabemos qué hacer; a veces no da para comer
IMuestra de la pesca de pulpo en YucatánFoto Notimex
En Zihuatanejo, pescadores se han movilizado contra la ola de privatizaciones que afecta los lugares donde trabajanFoto Carlos Cisneros
Matilde Pérez U.
Enviada
Periódico La Jornada
Lunes 7 de enero de 2013, p. 3
Lunes 7 de enero de 2013, p. 3
Ahome, Sinaloa. Sin el mar no sé qué hacer, dice Ramón Alberto Ruiz Villegas, y con la mirada recorre el horizonte de la bahía de Jitzámuri, alimentada por el mar de Cortés, en donde están ancladas una veintena de lanchas de la cooperativa que lleva el nombre de este lugar enclavado en la frontera de Sinaloa y Sonora.
A unos cuantos metros de la orilla de la bahía, bajo la sombra de la construcción donde se encuentra el tanque que almacena gasolina para las lanchas –pues la gasolinera más cercana a la comunidad pesquera está a 20 kilómetros–, Ramón comenta que la temporada fue regular. La pesca de botete, pargo, lisa, jaiba, mantarraya, cayo de hacha, almejas y agua mala (medusas) estuvo baja en comparación con temporadas anteriores, las tallas del camarón fueron pequeñas.
Algunos, dice, sacaron entre 15 y 17 kilos,
no alcanzó ni para comer, porque gastamos 600 pesos en gasolina y los precios se fueron al piso. Nuestras ganancias son de 100 a 250 pesos al día.
La pesca se ha vuelto errática, dice Rodolfo Meneses Chacón, originario de Topolobampo e hijo de pescadores. Recuerda que en su niñez hasta con piola (cuerda pequeña) se obtenía pargo, lisa, botete. Pero a partir de la construcción del puerto, creado para recibir grandes busques cargados de granos y minerales e inaugurado en 1991, empezó a bajar.
Ahora hay que ir aguas más adentro para tener capturas suficientes
y no sabemos cuánto podamos aguantar porque la Administración Portuaria Integral (API) sigue ganando terreno al mar. Todos los días hay nuevos rellenos, el material se extrae del cerro La Gallina. Desde la lancha señala el montículo donde se ve una excavadora y metros más adelante los camiones que descargan la arena para ampliar los atracaderos del puerto.
También en el Golfo de México la pesca se encuentra en estado crítico por el deterioro del hábitat marino, la sobrexplotación de los recursos, un régimen de pesca insostenible y el escaso respaldo a estrategias de gestión, alertan Laura E. Vidal Hernández y José Ignacio Fernández Méndez.
En su estudio Situación y tendencias de las pesquerías en el Golfo de México: una breve reseña de su manejo en México, asientan que las capturas de ostra, cangrejo azul, huachinango, robalo, pez gato, camarón, caracol de mar, pulpo, tiburón y mero se han mantenido por el cambio de áreas de pesca y porque se atrapan en etapas juveniles. En promedio se pescan 195 mil toneladas anuales.
El potencial pesquero del país está estancando, asienta Alejandro Villamar, de la Red Mexicana de Acción Frente al Libre Comercio. Al iniciar este siglo, la pesca anual de sardina, túnidos, mojarra, camarón, ostión, tiburón, cazón, pulpo, sierra, peto, lisa, lebrancha, mero, huachinango, pargo, algas y sargazos, y otras, fue de 1.2 millones de toneladas, ahora es de 1.5 millones de toneladas. Ha disminuido la captura de tiburón, cazón, pulpo, sierra, peto, lisa, lebrancha, mero, huachinango, pargo, algas y sargazos; únicamente aumentaron los volúmenes de sardina, túnidos y mojarra.
Autor de los estudios Hacia una nueva política pesquera equitativa y sustentable y Alternativa al modelo pesquero mexicano en la encrucijada, sostiene que el grave deterioro ambiental del sistema hidrológico nacional; la sobrexplotación, por decenios, de los bienes tradicionales de exportación –langosta, abulón, hueva de erizo, por ejemplo–; una política orientada a las exportaciones; el descuido de la oferta interna, entre otros factores administrativos, y el cambio climático, están impactando a las comunidades pesqueras del país.
Para la Comisión Nacional de Acuacultura y Pesca (Conapesca) el panorama es positivo y sus estadísticas difieren de las de los investigadores. Afirma que desde 2006 la producción pesquera nacional se ha mantenido en 1.6 millones de toneladas anuales de 35 especies comerciales.
El 83 por ciento del volumen (1.4 millones de toneladas) proviene del litoral del Pacífico. Sonora, Sinaloa y Baja California sobresalen en la pesca de sardina, camarón y atún; el 14 por ciento (238 mil toneladas) se captura en las aguas del Golfo de México y Caribe. Veracruz, Campeche y Tamaulipas aportan el mayor volumen de ostión, pulpo, mojarra y camarón. El resto de la producción –principalmente de carpa, mojarra y trucha– tiene origen en aguas continentales.
En la bahía de Jitzámuri, parte del sistema lagunar de Agiabampo, los pescadores atribuyen la disminución de la captura a la acumulación de los sedimentos provenientes de los campos agrícolas; a la casi nula presencia de lluvias y la contaminación que generó la empresa coreana Group Moon –ubicada en la comunidad– al arrojar los desechos del procesamiento de aguamala (medusas) al mar, lo que provocó el enojo de varios de los pobladores.
Sus habitantes, al igual que los pescadores de las 22 cooperativas de dicho sistema lagunar, esperan que en breve inicien las obras de dragado en los nueve canales, pues desde hace dos años Conapesca presentó el estudio de impacto ambiental para llevar a cabo la obra y recuperar el nivel de captura.
Julio Sánchez Vega, fundador de la cooperativa Jitzámuri y directivo de Badepesca, empresa integradora de la Federación de Cooperativas Pesqueras del Siglo 21, comenta:
para no desaparecer y sobrevivir a la competencia, las 18 cooperativas de la federación nos hemos agarrado de todos los programas del gobierno. Estamos comprando motores ecológicos que gastan 40 por ciento menos gasolina y no requieren aceite; construyendo, con la ayuda de la Conapesca, pequeñas almacenadoras con sistemas de enhielado y de empaque. Tratamos de no depender sólo de la captura de camarón, dar valor agregado a nuestros productos, crear nuestras marcas comerciales y tener nuevos y mejores nichos de mercado.
La cooperativa San Carlos –integrada por 27 pescadores de Topolobampo– ya dio el primer paso y aunque su administrador, Martín Guadalupe de los Santos Saldaña, no terminó la primaria, se ha convertido en una referencia para los pescadores de la región por su audacia para el comercio y habilidad mecánica.
Da mantenimiento a todos los motores ecológicos del sector pesquero, dicen con orgullo sus compañeros.
Le apostamos al mercado nacional; entregamos pescado en Zapopan y en la ciudad de México. Dejamos de vender sólo camarón, pues cada vez hay más dificultades para colocarlo a buen precio, explica el joven dirigente.
Deja de revisar uno de los tres motores que están en hilera en lo que llama su taller: una plancha de concreto con techo de tela para invernadero y algunas láminas de asbesto.
Cuando vimos que teníamos dificultades para vender el camarón a las armadoras, optamos por buscar clientes en el mercado nacional con el pescado de escama, y se ha dado bien a pesar de ser un mercado muy celoso, reñido y no tener precios fijos.
A seis meses de asumir la administración de la organización, sostiene que las actuales cooperativas –que nacieron de la ruptura de las fundadas hace más de tres décadas– se mantienen porque todos trabajan a lo largo del año, por su espíritu de unidad y estrecha vigilancia de la administración.
No hay bancos ni gobiernos que financien, esto es resultado del esfuerzo de cada uno.
Para Juan Carlos Sauceda Chacón, presidente de la cooperativa Pescadores Unidos del Mabiri, el panorama no es muy halagador, debido a la contaminación del mar y destrucción del entorno natural generadas por la expansión de las granjas acuícolas. Para demostrarlo, propone abordar su lancha para visitar el llamado cerro Jipón, en la bahía de Ohuira, lugar encantado por la música de sus aguas marítimas. Allí, la acuícola más reciente destruyó el manglar para abrir un canal del mar hacia los estanques de la empresa, cuyo nombre ignora.
El delegado de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente lo negó, pero hasta el más incrédulo y torpe se da cuenta del destrozo. Nos preguntamos qué pasará cuando empiecen a funcionar los tres enormes estanques de la empresa, construidos casi a la orilla del mar, donde se avistan vaquitas marinas, especie en peligro de extinción del norte del Golfo de California.
La falta de evaluación de las políticas y la reinvención cada seis años de programas producen gastos excesivos y son factores que contribuyen al deterioro de los ecosistemas y de las pesquerías, sostienen los investigadores
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