La Iglesia tiene el deber de fungir como mediadora entre el narco y el gobierno”
“Aunque no lo parezca, con la fuerza del Evangelio es posible transformar a los integrantes de cárteles”
Carolina Gómez Mena
Periódico La Jornada
Miércoles 20 de noviembre de 2013, p. 7
Miércoles 20 de noviembre de 2013, p. 7
En situaciones de inseguridad, como la originada por el narcotráfico, la Iglesia católica tiene el deber de fungir como
facilitadora en el encuentro y el diálogo, porque
la violencia destruye todo: a la persona, la familia, los valores... y corrompe a la sociedad y a la estructura misma que gobierna a los países, consideró Flavio Calle Zapata, arzobispo de Ibagué, Colombia.
En entrevista con La Jornada, con motivo de la reunión-peregrinación y encuentro Nuestra Señora de Guadalupe, Estrella de la Nueva Evangelización en el Continente Americano, Calle Zapata, quien tomó posesión de la sede episcopal de Ibagué en marzo de 2003, precisó que en circunstancias de inseguridad la Iglesia católica debe ser más incisiva en la predicación del Evangelio.
Aunque la evangelización es de todos los tiempos, en entornos de violencia es cuando más hay que predicar el respeto a la vida humana, los derechos fundamentales, una ética económica más justa y equitativa. Al narcotráfico hay que responderle con una Iglesia que ama la vida y hacer ver que por la vía de la destrucción y de la sangre no se llega a ninguna parte.
Grupos delictivos más pequeños
Tras exponer que la situación más crítica en torno al narcotráfico en Colombia se vivió hace años, precisó que estas actividades delictivas no han cesado, pues pese a que no hay presencia de grandes cárteles, han prevalecido organizaciones más pequeñas.
La violencia es un mal de muchas raíces, a menudo se termina en una forma, pero sale en otras. Ahora en Colombia hay una forma de violencia en grupos no tan grandes, más pequeños, que van extendiendo redes a todo el país. No es que se haya terminado la violencia, no. Tiene nuevas formas, quizá visiblemente no tan agresivas, como las destrucciones de pueblos o el dominio de grandes narcotraficantes, pero allí están latentes todavía las formas de violencia.
Indicó que en su país, tanto en los años más difíciles de actividades del narcotráfico como de la guerrilla –las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC)–
la Iglesia siempre ha estado en hechos concretos de cercanía, en la mediación. Somos facilitadores del encuentro y del diálogo entre las partes, porque donde haya algo que aliviar, allí está la Iglesia dispuesta a facilitar.
Consideró que aunque no lo parezca, es posible convertir a los narcotraficantes y hacer que el Evangelio incida en sus vidas.
–¿Es posible que la prédica del Evangelio incida en la disminución de la violencia?
–Sí es posible. El Evangelio tiene una fuerza de transformación. El que tiene un encuentro personal con Cristo se siente tocado en lo íntimo de su corazón y cambia. Pareciera que esto no fuera viable, que el anuncio del Evangelio lleve a una persona a cambiar, pero es lo único que puede hacerlo.
Destacó que al tener la Iglesia una amplia red de sacerdotes inmersos en el tejido de las comunidades, tiene la capacidad de
cambiar corazones
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