Paz y serenidad dominan en el último adiós a Nelson Mandela
Toca a las nuevas generaciones continuar la causa donde la dejaste, dice Ahmed Kathrada, compañero de Madiba durante 26 de los 27 años que estuvo encarcelado en Robben Island
Ahmed Kathrada, compañero en prisión de Nelson Mandela, ayer en el funeral celebrado en QunuFoto Reuters
Kim Sengupta
The Independent
Periódico La Jornada
Lunes 16 de diciembre de 2013, p. 35
Lunes 16 de diciembre de 2013, p. 35
Qunu, Sudáfrica, 15 de diciembre.
El viento soplaba con gentileza a través de los valles, el sol brillaba y las flores de manzano se mecían en el aire cuando Nelson Rolihlahla Mandela descendió al lugar de su reposo final, la tierra del Transkei de donde brotó. Los actos finales para conmemorar la vida y muerte de quien probablemente es por ahora el hombre más famoso del mundo fueron serenos y pacíficos, en contraste con el tumulto, el encono y la extraordinaria atención internacional de los 10 días anteriores.
La ceremonia de este domingo en Qunu, donde Madiba, como sus compatriotas lo llaman, pasó gran parte de su juventud, fue una recordación de cosas pasadas, de un tiempo en que reinaban la unidad, la solidaridad y la esperanza. La desilusión con la política actual –expresada en forma tan pública en el incontenible abucheo a Jacob Zuma cuando intentó pronunciar su discurso culminante en el funeral de la semana pasada– quedó en la distancia.
Tal vez por precaución, el presidente Zuma no empezó con un discurso, sino con un canto: el evocador y hermoso Thina Sizwe o Nosotros, la nación, himno revolucionario que nadie iba a abuchear.
Graça Machel y Winnie Madikizela-Mandela, la viuda y la ex esposa de Mandela, estuvieron entre las primeras en unirse, ambas secándose las lágrimas, y cientos de personas las secundaron, elevando la voz hasta llenar la vasta carpa en la que estaban reunidas.
Por tercera vez en otros tantos días, el presidente Zuma pareció reconocer que había causas para el resentimiento. Dirigiéndose al finado líder, expresó:
Tu larga marcha a la libertad ha terminado en el sentido físico. Nuestro viaje continúa; tenemos que procurar que los pobres y los trabajadores se beneficien en verdad de los frutos de la democracia por la cual luchaste. Tenemos que procurar dar un golpe decisivo a la pobreza, seguir trabajando para construir la sociedad por la que trabajaste sin descanso.
En realidad había poco peligro de que las caóticas escenas del estadio de futbol de Soweto, enfrente de 91 gobernantes mundiales, ocurrieran de nuevo este domingo. El ánimo era por completo distinto, inclinado a evitar confrontaciones: la controversia por la supuesta falta de invitación a Desmond Tutu, viejo amigo de Mandela, se había resuelto, y el arzobispo hizo el viaje hasta la tumba junto con otros clérigos. La semana pasada, el presidente estadunidense, Barack Obama, fue la estrella en el funeral en Johannesburgo; este domingo vinieron a rendir homenaje los príncipes Carlos de Gran Bretaña y Alberto de Mónaco, el reverendo Jesse Jackson, Oprah Winfrey y Richard Branson, así como los actores Elba y Forest Whitaker. También presentes estuvieron movimientos políticos europeos que dieron su apoyo en la hora más oscura, como los separatistas vascos y el Sinn Fein irlandés, representado por Gerry Adams.
Pero no se esperaba que ninguno pronunciara mensajes. Los que hablaron fueron todos africanos, la mayoría de los cuales conocieron al fundador de la Sudáfrica moderna por muchos de sus 95 años, marcados por el número de velas que alumbraban un retrato suyo. Los actuales gobernantes de Tanzania y Malawi, que no lo conocieron de tanto tiempo, subrayaron que él fue una inspiración para romper las cadenas del colonialismo, y antiguos camaradas de armas en el Congreso Nacional Africano (CNA) evocaron los años de lucha.
Hubo recuerdos de sacrificios para ganar derechos fundamentales a un régimen racista y a menudo cruel. Uno de los mensajes más emotivos fue el de Ahmed Kathrada, quien estuvo con Mandela durante 26 de los 27 años de su encarcelamiento en Robben Island. Evocó al
hombre alto, sano y fuerte, el boxeador, el prisionero que manejaba con facilidad el pico y la pala en la cantera. Al visitarlo, poco antes de su muerte, encontró a
ese gigante reducido a una sombra de lo que fue, indefenso. Me tuvo sujeta la mano hasta el fin de mi visita. Fue profundamente desgarrador.
Dirigiéndose al propio Mandela, continuó:
Toca a la generación actual y a las venideras continuar la causa donde la dejaste. Les toca profundizar nuestra democracia, defender nuestra constitución, erradicar la pobreza, eliminar la desigualdad, combatir la corrupción; sobre todo, deben construir nuestra nación y romper las barreras que aún nos dividen.
Kathrada se refirió a Mandela como Madala, hermano mayor, y al difunto Walter Sisulu, otro gigante del CNA, como un padre.
Ahora que los dos se han ido, no sé qué hacer, mi vida es un vacío, no sé a quién recurrir, dijo el imponente luchador de 84 años, un hombre en quien Madiba admiraba la determinación e intensidad. La voz le temblaba al hablar.
Kenneth Kaunda, presidente de Zambia, cuyo Estado fue una vital fuente de apoyo para los movimientos de liberación de Sudáfrica, causó risas al referirse en repetidas ocasiones a los afrikáners como
bóers, palabra que se considera inapropiada en el lenguaje políticamente correcto de hoy, en el que la tónica es de reconciliación y perdón del pasado. Habló de la hipocresía de los gobernantes del apartheid, que predicaban el cristianismo mientras mantenían subyugados a sus compatriotas, y la contrastó con los valores cristianos del propio Mandela.
Aunque la ceremonia fue cristiana, se mezcló con los ritos de la herencia tribal xhosa del ex presidente. Debía ser enterrado al mediodía,
cuando el sol está en lo más alto y la sombra es la más corta, señaló Cyril Ramaphosa, segundo en el mando del CNA, durante la ceremonia.
No ocurrió así porque el acto se prolongó, al igual que todos en la semana anterior. Pero otras costumbres del clan tembu, con cuya realeza está emparentada la familia Mandela, sí fueron observadas. Se sacrificó un buey, y el cuerpo de Mandela fue envuelto en una piel de león mientras se indicaba al finado lo que se hacía con ella, a la vez que los ancianos comulgaban con el espíritu.
Salva de 21 cañonazos
Nokuzola Mndende, directora del Instituto Icamagu de religión tradicional, explicó: “Se debe informar al cuerpo de todo lo que ocurre antes del funeral. Debe descansar con su familia una noche antes del sepelio. Luego se le debe decir: ‘Madiba, vamos a enterrarte’. Es un procedimiento que muestra profundo respeto hacia el finado”.
Luego de ser velado en la casa familiar, el féretro fue llevado a la ceremonia en un armón de artillería envuelto en la bandera de Sudáfrica, y colocado en un atril emplazado sobre una alfombra de piel de vaca negra y blanca, con arcos de oro arriba. Afuera hubo una salva de 21 cañonazos y un vuelo de aviones en
formación de hombre perdido, con la cual se saluda a un piloto caído. Guerreros xhosas ejecutaron una danza junto a la tumba para enviar al finado en su viaje hacia la otra vida.
Hubo algunas quejas del público por la falta de acceso a la ceremonia, tema recurrente en Qunu. Más de 4 mil 500 personas fueron invitadas, pero algunos asientos quedaron vacíos.
Al ver esto en la televisión, Mandisa Nobanzi, quien aseguraba ser parienta lejana de los Mandela, corrió para ver si podía entrar.
Fuera de aquí todo tenía que ver con gente famosa e importante, pero esta es su tierra y se nos debió dar la oportunidad de verlo y decirle adiós, sostuvo.
Había muchos asientos vacíos, pudimos verlos. De hecho, algunos de los soldados de guardia estaban sentados en ellos. Debió haber boletos reservados para personas de la localidad. Es un escándalo que hubiera asientos vacíos en una ocasión tan importante.
Otros viajaron cientos de kilómetros sin ninguna esperanza de estar cerca del funeral. Craig Wilkinson llegó de Pretoria con su esposa Ann y tres niños, un viaje de nueve horas en automóvil.
Tratamos de ver a Mandela cuando estaba expuesto en los Edificios de la Unión en nuestra ciudad, pero lo dejamos para el último día y no pudimos pasar. Como fue fin de semana, vinimos acá. Sentimos que era importante, porque la vida de los blancos sudafricanos habría sido muy diferente para nosotros si Mandela no hubiera logrado detener la guerra. Sabíamos que iba a morir, pero le debemos mucho.
Hubo, sin embargo, un sentimiento prevaleciente de que había llegado el momento del cierre. Nandi Mandela, nieta del prócer, dijo en su mensaje: “Ve con bien, Madiba, ve con bien a la tierra de tus antepasados; tu carrera llegó a su fin. A lo largo de nuestra vida seguiremos las lecciones que nos enseñaste.”
© The Independent
Traducción: Jorge Anaya
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