Las 4 mil raciones de comida apenas alcanzaron. Desde antes del mediodía, cientos de personas, algunas con sus canastos de cacahuates o de dulces, y/o desvencijadas mochilas con su material de trabajo para realizar labores de azulejero, plomero o electricista, apartaron su lugar en las mesas instaladas en el Monumento a la Revolución para recibir gratis un plato de sopa de pasta, un alambre de res, frijoles, agua y tortillas.
La posibilidad de saciar el hambre cuando no se tiene un peso en la bolsa llevó a Mario, Pedro y Juan a ser de los primeros en llegar. Desde hace un año se han convertido en asiduos asistentes de alguno de los 50 comedores públicos que hay en la ciudad; lo mismo sucede con otros 22 mil 568 desempleados que ahí comen y quienes representan 10 por ciento del total, de acuerdo con estadísticas del Instituto de Asistencia e Integración Social (Iasis).
El cierre o recorte de personal en donde trabajaban los ha llevado a tocar cientos de puertas sin éxito. Rozan los 50 años de edad, ni siquiera terminaron la primaria, por lo que su oferta de trabajo se limita a las labores de limpieza. Esto los ha obligado a salir a las calles a ofrecer las más diversas mercancías.
Mario, Pedro y Juan coincidieron hace unos meses en el comedor de Pino Suárez, donde se hicieron amigos y decidieron compartir los alimentos, sólo que ahora sin necesidad de pagarlos “y así ahorrar unos pesos para llevarlos a la casa. Es una gran ayuda, por eso muchos compas del estado de México vienen aquí, porque no te piden una credencial para entrar, sólo que tengas hambre... y esa nos sobra”, comentan con ironía sobre su situación.
Como ellos, algunos azulejeros, electricistas y plomeros que ofrecen su trabajo en las calles del Centro Histórico aprovechan para comer gratis
, al igual que trabajadores de la construcción y de limpieza de los edificios de los alrededores del Monumento a la Revolución, quienes se sentaron a las mesas del gran comedor
, en que se convirtió por más de dos horas este lugar, recién recuperado como parte de los festejos del décimo aniversario del Iasis.
Familias enteras llegaron desde Tepito, La Lagunilla, Neza o Cuautepec, así como indigentes o grupos de estudiantes que compartieron alguna de las mesas blancas colocadas en la parte poniente del monumento, donde los encargados de servir la comida no se daban abasto. Son un chingo. Pensamos que no acabaríamos con las 4 mil raciones, pero si seguimos así, no van a alcanzar
, señalaban.
A poco más de un año de existencia de los comedores públicos, se han beneficiado 489 mil 293 usuarios en los 50 que ahora existen, donde diariamente se ofrecen 10 mil comidas, para desempleados; mujeres solteras, embarazadas y viudas; adultos mayores; niños trabajadores; discapacitados, y gente en situación de calle. Treinta y ocho por ciento de los usuarios, es decir, 184 mil 816, tienen entre 19 y 49 años de edad, mientras 23.89 por ciento cuenta con 50 años o más, o sea, 115 mil 875, según informó el secretario de Desarrollo Social del Distrito Federal, Martí Batres Guadarrama.
El director del Iasis, César Cravioto, precisó a su vez que ya tienen presencia en la mitad de las zonas de alta y muy alta marginación de la ciudad, logrando atender la necesidad de alimentación de casi medio millón de personas, de las cuales 300 mil tienen educación primaria y secundaria, pero los hay que cuentan con estudios de preparatoria y profesionales, pero que han encontrado en los comedores públicos un apoyo a su precaria situación económica
.
Los comedores públicos, los 160 comunitarios que cobran 10 pesos la comida o los 300 del DIF son una alternativa para la gente en situación de vulnerabilidad, y se tienen 100 propuestas para abrir nuevos espacios de este tipo, explicó Batres, quien indicó que este año se cuenta con un presupuesto de 100 millones de pesos para los comedores de los dos primeros tipos.
Los alimentos deben dejar de ser una mercancía y convertirse en un derecho social, por lo que no es necesario tener dinero o una credencial para comer en estos comedores
. Así que continuarán este año y llegaron para quedarse
, afirmó el funcionario, quien estimó en 2 mil pesos el ahorro promedio de la gente que come diariamente en estos lugares.
No es mucho, pero cuando la gente no tiene sólo un peso para comer, es demasiado y representa una gran ayuda
, puntualizó Enrique, quien junto con su esposa y dos hijos son usuarios frecuentes
de los comedores públicos, los cuales, además, han permitido la creación de más de mil empleos directos.
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