Carlos Bonfil
David Halperin
¿De qué modo vive hoy la gente gay lo que la generación anterior de homosexuales solía llamar la disidencia sexual? En la siguiente entrevista el profesor David Halperin, catedrático de Teoría de la Sexualidad en la Universidad de Michigan, y autor de los libros San Foucault (1995) y What do gay men want? (2008), revisa, invitado por el Programa Universitario de Estudios de Género de la UNAM, algunas de las maneras en que los triunfos del movimiento gay han dado paso a una normalización de las conductas homosexuales. De igual modo señala como el concepto de lo camp en las artes y en el lenguaje sigue siendo la mejor manera de revertir los estigmas y la humillación social para reivindicar una expresión cultural novedosa de las minorías sexuales.
¿Para una generación joven de gays, la sexualidad queer se ha vuelto un concepto obsoleto?
El movimiento gay ha triunfado más allá de lo que en un inicio pudo haber soñado. No se puede decir lo mismo del movimiento feminista, sin mencionar también los movimientos laborales. Pero si por un lado el movimiento gay ha triunfado de modo espectacular, el espacio gay, en cambio, ha desaparecido. Todos aquellos barrios donde solía vivir la gente homosexual y que eran el centro de la efervescencia de una cultura gay, los ghettos gay, han desaparecido en buena parte, y ya sólo quedan algunos fragmentos. La epidemia del sida, el aumento del costo inmobiliario, la recapitalización de las ciudades norteamericanas, el aumento del desarrollo capitalista en las ciudades americanas, todo eso ha terminado por destruir esos espacios queer.
El sida destruyó a una generación de gays y también a una generación de propietarios inmobiliarios. La gente gay vive entonces una curiosa situación de diáspora, al menos buena parte de esa población. También el internet ha vuelto innecesarias a las infraestructuras comerciales del mundo gay. La gente gay ya no tiene necesidad de dejar sus hogares para conocer a otra gente gay, lo que también hace posible que conviva más con heterosexuales en una suerte de situación de diáspora. Como resultado, las cuestiones políticas que hoy le importan a la gente gay son aquellas que le importan a la gente que vive en poblados pequeños, o dispersos entre la población general.
¿Cómo cuáles?
El reconocimiento social, el matrimonio gay, el servicio militar, la membresía eclesiástica. Estas son las preocupaciones de las personas que viven, no reunidas en grupos gay o queer, sino aislados entre sí, en medio de la población general. Por ello creo que mucha gente gay piensa en el matrimonio como un vehículo para la normalización. Las cuestiones que antes importaban siguen siendo las mismas, pero su significado político ha cambiado. Por ejemplo, permitir que los gays sirvan en el ejército no tiene nada que ver con lo simbólico de la ciudadanía o con el patriotismo, sino simplemente con el acceso a ciertos beneficios, con verse liberados de la discriminación a escala nacional, o con escapar de la propia familia, o tener vidas independientes, o becas para ir a la universidad.
Lo mismo sucedió con el matrimonio gay que en un principio tuvo que ver con la igualdad de derechos, con el acceso al seguro médico y las pensiones, o con el acceso a las decisiones en los hospitales, etc. Naturalmente hay todavía todo eso, pero también lo simbólico del amor, la normalidad, la domesticidad, y el hecho de ser como la demás gente. Pienso entonces que el movimiento gay, con su éxito o a pesar de su éxito, ha tendido a rechazar las viejas prácticas sexuales que él mismo había contribuido a inventar, todo con el propósito de crear nuevas formas de vida. Pero a pesar de haberle dado la espalda a esas cosas, éstas siguen funcionando todavía.
¿Qué ha sucedido con el remplazo de antiguas formas de relacionarse sexualmente en las nuevas formas de comunicación y relación comunitaria que procura el Internet?
Me parece que hay muchas formas nuevas y esto es algo maravilloso, en especial para la gente en poblaciones pequeñas, alejadas de las grandes urbes. Es maravilloso para los adolescentes poder encontrar amigos, ya sea en su comunidad local o en diversos lugares en el mundo, gente con la que pueden establecer relaciones largas, sin tener que encontrarlas físicamente, sin sentirse amenazados por ellos, sin tener que acudir a lugares peligrosos donde pueden ser explotados. Pueden escribir a la gente en línea, pueden conocer a mucha gente, sin tener que dejar siquiera sus recámaras. Esto quita al mismo tiempo la base financiera para una infraestructura comercial gay y permite que los individuos elijan el tipo de gente con la que desean comunicar.
En mi generación lo importante era otra cosa. Para tener sexo teníamos que abandonar nuestros lugares de confort e ir a otros lugares donde conocíamos otro tipo de personas con los que jamás habríamos querido que nos asociaran, pero de quienes aprendíamos mucho. La gente gay que crece en la sociedad heterosexual necesita tener cierto tipo de descolonización psicológica y social para poder liberarse de algunos de los presupuestos heterosexistas acerca de la vida que no encajan mucho con lo que es la vida gay. Y es posible que los gays mantengan después dichos presupuestos, a menos que decidan cuestionarlos. En el Internet pueden encontrar mucha gente que cree en las mismas tonterías en las que ellos creen, por lo que nunca tienen la posibilidad de confrontarse con formas de vida más radicales.
¿El tipo de formas de vida alguna vez descritas, por ejemplo, por el escritor John Rechy1?
No sólo John Rechy, sino todos aquellos que hablaron de los modos de vida radicales que inventaron y diseminaron las comunidades gay. Uno se preguntaba entonces: ¿Cómo tener amigos y amantes? ¿Cómo transformar a tus amantes en amigos? ¿Cómo tener relaciones que no sean exclusivas en el terreno sexual, sin ser por ello menos amorosas? ¿Cómo manejar los celos? ¿Qué expectativas tomadas de la sociedad heterosexual resultan ser apropiadas? ¿Cuáles no? Y hubo luego toda una cultura de la homosexualidad que incluía compartir una lectura alternativa de la cultura de masas. Todo esto sigue aún vivo. Hay personalidades de esa cultura de masas que se han vuelto iconos gay.
La gente gay comparte todavía el gusto por la música o por el cine, mismo que permite consolidar una forma particular de ser gay, y con ello una sensación particular de ser diferente. Y por supuesto los gays también tienen sus propias creaciones artísticas. Pero falta todavía por ver si el Internet aún tiene la misma capacidad de desarrollar este tipo de conciencia que la vida en los ghettos gays solía tener más allá del sexo.
¿De qué modo ha cambiado la manera en que los gays son representados en los medios masivos, particularmente en el cine? ¿Nota algún cambio importante?
De algún modo, la visión de pesadilla que antes se tuvo de los hombres gay como enfermos, depredadores sexuales, gente sin amor, trágicos y venenosos (un poco lo representado en Los chicos de la banda) ha cambiado. Uno piensa ahora en películas como Belleza americana. Todavía vemos ahí al gay sicópata, con su parafernalia nazi, que vive en la casa de al lado. Pero de algún modo él es menos horroroso que la pareja gay ideal que cultiva plantas y hornea pan. Algo cambió desde el momento en que decidimos aceptar a los gays y verlos como la gente que vive en pareja en la casa vecina, con relaciones que son tan estables, inclusive más estables, que las parejas heterosexuales. Eso es lo aterrador en ellos. Se han vuelto demasiado buenos. Nos molestan, no por ser trágicos o enfermos, sino porque son mejores que nosotros mismos.
¿Este cambio social ha afectado al lado queer de la vida gay?
Mucho de ese aspecto queer se ha vuelto de algún modo secreto, casi clandestino. La gente gay parece estar hoy un tanto orgullosa de lo aburrida que puede ser. Todo mundo espera de los gays que sean diferentes, talentosos, llenos de estilo, interesantes, y en realidad son increíblemente rutinarios, aburridos y comunes. De algún modo parecen gozar verse representados de esta manera. Es cierto que mucha gente gay es aburrida, pero no es algo de lo que debieran sentirse orgullosos. También pienso que es estúpido invertir una gran energía en tratar de vencer a los heterosexuales en su propio juego de normalidad.
¿Para qué intentar demostrar que pueden ser más aburridos todavía, más comunes que los heterosexuales? Por supuesto que pueden, y eso en sí no es algo malo, pero lo que se niega con ello es la genialidad particular de la vida gay. Y es eso lo que trato de defender en mi trabajo actual. Intento describir el tipo de diferencias culturales que la homosexualidad produce, y que siguen siendo actuales, aun cuando la gente gay pretenda hoy negarlas.
En su nuevo libro2 usted decide hablar del camp. ¿Se trata de una respuesta a este intento de normalización?
Es una estrategia para una situación de hostilidad social, de desvalorización, de deslegitimación. Surge de la conciencia de que uno está inevitablemente situado dentro de una red de poder, en una red de significados que son adversos, pero que no pueden ser destruidos. Puedes lograr una nivelación con respecto a ellos, puedes resistirlos, darles la vuelta, jugar con ellos, pero no puedes hacerlos desaparecer. Y lo que el movimiento queer intentó conseguir en los noventa fue jugar con el género, con hombres ataviados con perlas y pieles de cuero, o con músculos enfundados en vestidos de seda.
Hoy me preocupa que al perder ese movimiento queer, los gays pierdan también los recursos para lidiar con el prestigio de la masculinidad y poder encontrar formas de compensar una hegemonía sofocante. El camp sirve precisamente para eso y por ello todavía existe. Hay una necesidad del camp para contrarrestar la tendencia gay a tomar la masculinidad demasiado en serio.
Muchas feministas rechazan el retrato que algunos hombres gay hacen de lo femenino como algo extravagante, ridículo, grotesco. Piensan que es algo misógino. Pero la cultura gay y la cultura camp sólo registran la misoginia prevaleciente y tratan de encontrar maneras de aceptar ciertos tipos de abyección social. Aceptan el insulto y la humillación social y los reutilizan para crear un tipo de comunidad en la que ya no es posible hacer valer respeto personal alguno a expensas de una vergüenza ajena. Creo que esta es una dimensión igualitaria muy importante de la cultura camp y vale la pena señalarla.
1.- Autor estadounidense. Su novela La ciudad de la noche fue en los años sesenta un bestseller y un libro crucial para la comprensión de la vida gay de la época.
2.- What do gay men want? (University of Michigan Press, 2008) es el libro más reciente de David Halperin.
La versión completa de esta entrevista se publica en www.letraese.org.mx.
*Publicado en el número 183 del Suplemento Letra S del periódico La Jornada el jueves 6 de octubre de 2011
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