Mario Alberto Reyes
Muchas personas transexuales identifican desde muy pequeñas que algo no está bien con su ser, que no pueden expresarse libremente porque transgreden las reglas del género que les fue asignado a partir de su sexo biológico. Para acabar con el sufrimiento de sentirse inadecuadas, suelen buscar procedimientos médicos que transformen sus cuerpos para adecuarlos a la realidad psicológica que viven: la de pertenecer al otro sexo.
Cada vez más visibles, hombres y mujeres transexuales pugnan por que se deje de considerar a su situación como una enfermedad, y se comprenda que la identidad de género es un derecho elemental, digno de ser respetado y reconocido.
Los primeros rayos del sol comenzaron a caer sobre aquel poblado del estado de Guanajuato. Emocionado, Génesis se levantó de su cama y se alistó para lo que sería su primer día en el jardín de niños. Las canciones, los juegos, las crayolas y los cuadernos para iluminar eran una agradable y reconfortante novedad.
Aunque incómodo por el uso del “mandilito”, Génesis se divertía al lado de sus compañeros. Todo marchaba acorde con lo previsible. La tranquilidad se esfumó cuando les enseñaron a que sanitario acudir. Génesis se formó en la fila de los varones. De inmediato, su maestra lo sacó para meterlo en la de las niñas. A sus escasos cinco años, ese momento lo marcó de por vida.
“El mundo se me vino encima. Desde pequeño tenía la idea de que conmigo algo había salido mal. No sabía qué era y eso me angustiaba. Descubrir que estás en un cuerpo equivocado te marca y nunca lo olvidas. Crecí en una familia muy católica. Mi explicación fue que yo era un angelito volando en una nube y que en un descuido resbalé y caí en el cuerpo de una niña”.
El caso de Génesis se enmarca en lo que se conoce como transexualidad masculina, es decir, una persona con cuerpo biológico femenino, pero con la percepción y sentimiento de ser un hombre.
Un estudio elaborado en 2001 por la Asociación Mundial de Profesionales para la Salud Transgenérica y Transexual, indicó que en el mundo existe una mujer transexual por cada 11 mil 900 varones, y un hombre transexual por cada 30 mil 400 mujeres.
La ciencia aún no ha podido encontrar las causas que originan la condición transexual, aunque existen dos explicaciones científicas tentativas -señalan los sexólogos David Barrios y María Antonieta García en su libro Transexualidad: la paradoja del cambio-, las referentes a los aspectos biológicos y las relacionadas con lo social y lo psicológico, es decir, con la crianza y el aprendizaje.
Los autores explican que la transexualidad se caracteriza por una discordancia entre el sexo y la identidad de género, entendida esta como la convicción personal y subjetiva de pertenecer al género masculino o femenino. Agregan que es inmodificable y no siempre coincide con el sexo.
“En general, dependiendo de una amplia serie de variantes socioculturales y de estímulos del contexto de vida, los niños y niñas empiezan a declarar verbal y actitudinalmente su pertenencia al mundo masculino o femenino hacia los 30 meses de edad, es decir a los dos años y medio”.
¿Patología “curada” a cinturonazos o simple respeto a los derechos humanos?
A los siete años de edad, Lorena deseaba con todas sus fuerzas que las noches no llegaran a su fin. Las luces de la mañana la aterraban y se escondía bajo las cobijas. Sabía que su padre la esperaría en la sala, para, sin preámbulo alguno, ponerla a caminar frente a él. La mirada de hierro se clavaba como un puñal en sus piernas. El mínimo indicio de femineidad en sus pasos le costaba fuertes cinturonazos detrás de las rodillas.
“Yo sentía que era una niña y mis padres insistían en verme como niño. Cuando me hicieron la circuncisión a los cinco años, pensé que me habían quitado el pene, eso me puso feliz. Sin embargo, al despertar de la anestesia, me percaté de que seguía ahí. Entristecí y pensé: ni modo, algún día caerá”.
El padre de Lorena siempre pensó que su hijo estaba “enfermo”, que algo no funcionaba bien en su cabeza, porque a pesar de los constantes cinturonazos y de enviarla a estudiar a un colegio únicamente para varones, Lorena nunca se “curó”.
La medicina no ha hecho mucho para despatologizar esta condición, al contrario, la transexualidad es un “padecimiento” en la Clasificación Internacional de Enfermedades, de la Organización Mundial de la Salud, y en el Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales, elaborado por la Asociación Americana de Psiquiatría. En ambos casos está considerada como un trastorno de identidad de género.
Para Rafael Salín, experto en psiquiatría y coordinador de la Clínica de la Diversidad Sexual de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México, la transexualidad no es una enfermedad, sino una variación de la especie humana que incluso podría estar relacionada con un mecanismo regulador de las poblaciones.
En charla con Letra S, Salín Pascual apunta que hasta la semana 14 de gestación el cerebro del feto es femenino debido al influjo de las hormonas maternas. Si el producto tiene cromosomas XY, los testículos comienzan a producir testosterona la cual bloquea dichas hormonas y el circuito cerebral o hipotálamo comienza a cambiar, es decir, a masculinizarse.
“Si se hace un cableado acorde con el XY se producirá un niño con cuerpo y conducta coherente a los cromosomas, si esto no ocurre, en el caso de la transexualidad femenina, nacerá un niño que se percibe a sí mismo como niña con un cuerpo que no corresponde a su identidad de género”.
Respecto a la transexualidad masculina –hombres cuyo origen biológico es femenino-, David Barrios y María Antonieta García, subrayan que es una situación de mayor atipicidad, puesto que no se ratificaría su feminización cerebral prenatal, y subrayan que los factores de dicha atipicidad, aún se desconocen.
Actualmente, grupos de activistas transexuales y expertos en sexología, impulsan en el mundo la Campaña Internacional STP-2012 para despatologizar la transexualidad y con ello suprimir su carácter de enfermedad mental. Esta movilización busca que la condición transexual sea reconocida como derecho humano fundamental a la libre expresión de la personalidad y la individualidad de la identidad de género de las personas.
Amarga navidad
“Cuando me iba a dormir soñaba que dejaba el cuerpo de niña para ocupar el de un niño. Jugaba a que era Batman, Superman, o el Capitán América. En mis sueños era libre. Eso me ayudó a ser imaginativo. En la escuela soñaba despierto y no le ponía atención a la maestra. Estudiar nunca fue mi prioridad, lo era saber qué me pasaba. La angustia ocupaba casi toda mi existencia”, dice Génesis a Letra S.
De aspecto totalmente varonil, con barba, bigote y vello en pecho y espalda, Génesis se niega a revelar el nombre que llevó como mujer biológica porque “es un capítulo de mi vida que ya está muerto y enterrado, ya no existe más”.
No obstante, de los recuerdos de esos años, permanece en su memoria el de una cena de navidad. Para esa ocasión su madre le había comprado un vestido nuevo. Sólo verlo le causó horror y se negó a ponérselo. Furiosa, su madre comenzó a gritarle que era una mujer y que se portara como tal.
“Me dio una paliza, se llevó toda mi ropa, excepto el vestido y me encerró en la habitación. Tuve que ceder. Al momento en que me lo ponía también comprendí que debía fingir algo que no era… una mujer”.
Los riesgos de la autohormonación
En la condición transexual no es posible cambiar la identidad de género, hasta el momento eso han señalado la evidencia científica y la experiencia clínica. Sin embargo, sí lo es la realización de modificaciones corporales mediante las cirugías de reasignación sexual, que buscan la concordancia entre la identidad de género y el sexo.
Para expertos como Barrios y García Ramos, la transexualidad sería un “punto extremo de inconformidad o disforia con el género impuesto”. La ingesta de hormonas es el primer paso para modificar el cuerpo y la endocrinología, rama médica especializada en las hormonas, juega un papel fundamental en este proceso.
Claudia Ramírez, endocrinóloga responsable de la Clínica Integral Transgénero de la Clínica Especializada Condesa, del Gobierno del Distrito Federal, advierte que de no estar acompañado por un experto, el proceso de hormonización puede generar problemas de salud. En la actualidad, la clínica atiende a 370 personas transgénero; 30 de ellas son hombres.
Los estrógenos, hormonas utilizadas por mujeres transexuales (varones biológicos), propician el crecimiento de los pechos, reducción del vello corporal, suavidad de la piel, mayor cantidad de cabello, reducción del tamaño de los testículos, así como disminución del número y frecuencia de las erecciones.
Sin embargo, subraya Ramírez Rentería, si la persona transexual carece de la supervisión de un endocrinólogo, se corre el riesgo de provocar trombosis venosa o coágulos en las piernas que pueden tapar las arterias y ocasionar la muerte, además de otros malestares como sobrepeso, diabetes, infertilidad e hipertensión arterial.
Para los hombres transexuales (mujeres biológicas), la ingesta o aplicación de testosterona propicia la desaparición de la menstruación, engrosa la voz, aparece barba, bigote y vello en el resto del cuerpo, crece el clítoris y en ocasiones llega la calvicie. La endocrinóloga apunta que estos cambios son irreversibles.
Predisposición a tumores de hígado, infertilidad, enfermedades cardiovasculares y acné, son algunos de los problemas de salud que puede provocar la testosterona indebidamente aplicada.
“En estos casos, la labor del endocrinólogo consiste en vigilar la aparición de efectos adversos para ajustar las dosis o modificar los tratamientos con la finalidad de que estos sean lo más seguros para quienes los están tomando, pues la venta libre de las hormonas constituye un severo riesgo para la salud de las personas”, señala Ramírez Rentería.
El segundo nacimiento, Ninel Conde y la televisión
“Estallé a los 29 años, no podía más y decidí dejar de fingir. Busqué información y encontré el portal de la activista española Carla Antonelli. Al leer sobre transexualidad masculina me invadió una sensación de que por fin podía respirar, de que me había quitado un tapón de la nariz. Fue como si me acabaran de sacar del vientre y me dieran la nalgada para respirar. Fue mi segundo nacimiento”, dice Génesis totalmente convencido.
Ahora, a los 38 años de edad y con nueve de hormonización, Génesis se ha practicado la histerectomía o extracción de la matriz, y la mastectomía o extirpación total de las mamas. “Sentí un profundo alivio porque es una especie de acomodo de piezas para ser congruente contigo mismo. Cuando la menstruación desapareció, dejé de sentirme un extraño”.
En contraste, la activista transexual Hazel Gloria Davenport, advierte sobre el uso “glamorizado” que las nuevas generaciones de mujeres trans han hecho de las hormonas en aras de copiar los estereotipos difundidos a través de la televisión.
“Se trata de un discurso medicalizado proveniente de los Estados Unidos, que al contrario de lo que sucede en Europa, impulsa la hormonización como si esta fuera el eje central de la experiencia transexual, olvidando así que las hormonas son una parte del proceso de ser mujer u hombre”.
Menciona que a diferencia de los hombres trans, las mujeres de este colectivo no han logrado desgenitalizar la experiencia transexual, y que en Europa las hormonas están siendo desplazadas por la experiencia de género y una visión más orientada a los derechos humanos, a la libertad de elección y ejercicio sobre el cuerpo. “Desafortunadamente en México prevalece el discurso gringo, es decir, entre más hormonas te metas, más bonita vas a ser”.
Con preocupación, la también periodista alerta sobre el uso indiscriminado y empírico de sustancias como el acetato de ciproterona, un reductor de la actividad sebácea; la espironolactona, utilizada para reducir el vello corporal; y la flutamida, un inhibidor de la testosterona, las cuales pueden generar tumores cancerígenos.
“La hormona no es la panacea. Lo que debemos hacer (las mujeres trans) es dejar de pensar que la transexualidad es un proceso mediante el cual te vas a convertir en la réplica tridimensional del poster de Ninel Conde. La transexualidad debe ser un proceso para descubrirte a ti misma, sin imitar a alguien. Los modelos de ser mujer no debemos buscarlos en la televisión o el Internet, sino en las mujeres de la vida cotidiana, como la madre, la hermana o la compañera de trabajo”, remata convencida la activista.
La Clínica de la Diversidad Sexual (Divergen-UNAM), se encuentra ubicada en Cerro del Agua sin número, en el Departamento de Psiquiatría, frente a la Facultad de Medicina en Ciudad Universitaria.
*Publicado en el número 184 del Suplemento Letra S del periódico La Jornada el jueves 3 de noviembre de 2011
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