Leonardo Bastida Aguilar
México DF, diciembre 13 de 2013. "Almohada de miles" es una metáfora que define muy bien a una anciana refugiada en los bosques del Japón de finales del siglo XVII, harta de desenvolverse en una sociedad que por un lado la veneraba, admiraba y deseaba, y por otro la menospreciaba y la orillaba a vivir condiciones y situaciones complejas para una mujer.
Vendida por sus padres para liquidar deudas familiares, desde muy pequeña esta mujer buscó sobrevivir mediante el uso de sus encantos, ya que, ella misma lo devela, su belleza era incomparable y llamaba la atención de todo tipo de hombre, desde los humildes mozos de las casas adineradas hasta los dueños mismos y, en algunos casos, las dueñas.
Sabedora del poder del sexo, esta mujer aprovechó su condición de cortesana para infiltrarse en muchos círculos de su sociedad y obtener el mayor provecho posible, aunque, como ella misma reconoce, la constante búsqueda de sexo y el reto de atraer la mirada de cualquier hombre provocaban que perdiera la cabeza y fuera insaciable.
A pesar de toda la gloria de la que pudo haber gozado y de cumplir con los estrictos cánones de belleza de la época (pies, manos, boca y cabeza bellos, carácter agradable, buena disposición, silueta esbelta y piel y voz hermosas), esta fémina concluye que "no hay dolor comparable al de ser mujer" ya que por más esfuerzos que hiciera para insertarse de manera plena a su sociedad, diversos factores se lo impedían, pues una mujer bella podría resultar sumamente peligrosa en cualquier ámbito.
De Ihara Saikaku, autor japonés de período Edo (siglo XVII), Vida de una mujer amorosa (Sexto piso, 2012) muestra cómo en un contexto aparentemente regido por un estricta moral, existen muchos recovecos que ayudan a liberar las tensiones de una sociedad apegada a conductas férreas. Esta serie de relatos, ampliamente descriptivos de las costumbres de una sociedad en transición hacia la modernidad, refleja cómo los impulsos humanos fuerzan a la creación de espacios subrepticios en los que se pueda hacer todo aquello que ante los ojos de los demás sea prohibido y denigrante.
Vendida por sus padres para liquidar deudas familiares, desde muy pequeña esta mujer buscó sobrevivir mediante el uso de sus encantos, ya que, ella misma lo devela, su belleza era incomparable y llamaba la atención de todo tipo de hombre, desde los humildes mozos de las casas adineradas hasta los dueños mismos y, en algunos casos, las dueñas.
Sabedora del poder del sexo, esta mujer aprovechó su condición de cortesana para infiltrarse en muchos círculos de su sociedad y obtener el mayor provecho posible, aunque, como ella misma reconoce, la constante búsqueda de sexo y el reto de atraer la mirada de cualquier hombre provocaban que perdiera la cabeza y fuera insaciable.
A pesar de toda la gloria de la que pudo haber gozado y de cumplir con los estrictos cánones de belleza de la época (pies, manos, boca y cabeza bellos, carácter agradable, buena disposición, silueta esbelta y piel y voz hermosas), esta fémina concluye que "no hay dolor comparable al de ser mujer" ya que por más esfuerzos que hiciera para insertarse de manera plena a su sociedad, diversos factores se lo impedían, pues una mujer bella podría resultar sumamente peligrosa en cualquier ámbito.
De Ihara Saikaku, autor japonés de período Edo (siglo XVII), Vida de una mujer amorosa (Sexto piso, 2012) muestra cómo en un contexto aparentemente regido por un estricta moral, existen muchos recovecos que ayudan a liberar las tensiones de una sociedad apegada a conductas férreas. Esta serie de relatos, ampliamente descriptivos de las costumbres de una sociedad en transición hacia la modernidad, refleja cómo los impulsos humanos fuerzan a la creación de espacios subrepticios en los que se pueda hacer todo aquello que ante los ojos de los demás sea prohibido y denigrante.
* Publicado en el número 209 del Suplemento Letra S en la versión online del periódico La Jornada el jueves 3 de octubre de 2013
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