Guillermo Montalvo Fuentes
Foto: Guillermo Montalvo Fuentes
Como parte de las actividades que se realizaron por el Día Internacional de Lucha contra la Homofobia, personas de la diversidad sexual compartieron ayer algunas experiencias sobre la manera en que han “sobrevivido” a este problema de discriminación.
La charla tuvo lugar en el Centro Cultural de España, a un costado del Zócalo capitalino, y surgió como iniciativa del Centro Nacional para la Prevención y Control del VIH/sida, con el objetivo de ir más allá de las cifras, de las estadísticas, y conocer cómo se enfrenta la homofobia en este país desde distintas perspectivas, explicó Carlos García de León, integrante de este organismo.
“Dios no me quiere, me hizo chueco”
Juan Carlos Hernández es psicólogo social por la Universidad Autónoma Metropolitana unidad Xochimilco. Hijo de unos padres muy católicos y militantes del Partido Acción Nacional “de cepa”, reconoce que no le fue sencillo asimilar su orientación sexual.
Con tan sólo 12 años tenía una imagen indigna de la homosexualidad, razón que lo orilló a convertirse en un fanático de la Iglesia católica, pues suponía que si Dios curaba sordos, ciegos y mudos, “un jotito era cosa de nada”.
Atormentado en ese momento, admitió que llegó a pensar en el suicidio: “Cada que leía la biblia me sentía un error de Dios, y pensaba, él no me quiere, me hizo chueco, y me quería morir”.
Sin embargo, fue a sus 19 años, mientras estudiaba teología bíblica en Roma, que comenzó a entender su orientación sexual, hasta que un día pudo compartirlo con su familia.
“No fue sencillo, recuerdo que cuando mis padres cumplieron 40 años de casados, a mis hermanos les dieron como 30 boletos para el festejo, y a mí sólo me dieron uno, ni mesa reservada tenía. Esto me llevó a un autoexilio de 10 años”.
Para Juan Carlos, el rechazo familiar hace que los homosexuales se sientan como extranjeros en su propia tierra. A pesar de todo y después de muchos años, la relación con su familia, y en especial con su papá, ha mejorado.
“Cuando mis padres celebraron sus 50 años de casados pude llevar a mi pareja. Ahora todo parece estar bien, tengo dos años estrenando papá”.
“La jotita del grupo, aun entre homosexuales”
Ilsa Aguilar tiene 21 años, estudia Sociología en la ciudad de Querétaro y como mujer transgénero explica que su lucha no sólo ha sido interna, sino también familiar, en la escuela y en el campo laboral.
“Lo primero fue reconocerme como homosexual, desde la primaria era el jotito del salón, siempre me juntaba con un grupito de niñas y me incomodaba mucho cuando alguien me preguntaba si tenía novia, pues yo veía a las chicas y ni al caso; sin embargo, cuando me asumo como gay y empiezo a salir con amigos homosexuales me doy cuenta que seguía siendo todavía la jotita del grupo, hasta que me acerqué al mundo de los travestis”.
Actualmente Ilsa se encuentra en tratamiento hormonal bajo la supervisión de una endocrinóloga, con esa lucha interna por su orientación sexual e identidad de género resuelta.
En el ámbito familiar aseguró haber experimentado alguna vez una sensación de culpa, sin embargo mantiene buena relación con sus padres y hermanos. En la escuela llegó a ser discriminada con el argumento de “no me junto contigo porque eres niña, porque tú rasguñas”, y en el ámbito laboral ha batallado mucho para conseguir un empleo.
“Es una lucha que he tenido y que seguro seguiré teniendo, pero me tranquiliza que ya hay una ruta trazada para generar un cambio en esta sociedad”.
“Pinches lesbianas, ojalá se mueran”
Guadalupe González es administradora del Centro Comunitario de Atención a la Diversidad Sexual, ubicado en la Zona Rosa de esta ciudad.
Hija única de una familia tradicionalista, cuando sus padres oían hablar de “manfloras” o “marimachas” no manifestaban malestar, porque lo veían como algo ajeno a ellos, pero cuando se enteraron que su hija era una de ellas, les rompió el esquema.
Guadalupe mencionó la experiencia homofóbica que más recuerda: “Una ocasión mientras atravesaba una avenida junto con mi esposa, un conductor nos aventó el carro y nos gritó ‘pinches lesbianas, ojala se mueran’, eso me dio mucho coraje y le aventé al parabrisas un yogurt de fresa que llevaba en la mano. Ahora sé que me exalté, pero en eso momento sólo pensaba ya basta de tanto insulto.
Madre de tres hijos que ya son adultos, Guadalupe se casó en abril del año pasado con Rosa María, con quien lleva 19 años de relación. Actualmente, y pese a la renuencia inicial, los padres de Guadalupe las apoyan.
Estos fueron algunos de los testimonios que se compartieron ayer como parte de la plática que llevó por nombre “Sobreviviendo a la homofobia”.
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