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domingo, 3 de enero de 2010

Los homosexuales no nacen en incubadora

Hay un concepto que prácticamente todas las religiones del mundo toman como eje en su sistema de creencias: la compasión, esa maravillosa cualidad del ser humano que hace de la solidaridad, la comprensión y la empatía las herramientas para ser mejores seres humanos.

Cuando escucho o leo la forma en que Norberto Rivera se expresa de la comunidad lésbico gay, pienso en lo que sentirán los padres y las madres de quienes tienen hijos homosexuales y que se desarrollaron y crecieron en la religión católica, y entonces me surgen varias preguntas para este señor que se ostenta como vicario de Cristo (recordar que vicario quiere decir sustituto):

¿Es propio de un buen cristiano despreciar, juzgar y discriminar a otro ser humano por tener diferente orientación sexual?

¿El llamar vehículos del mal o agentes del maligno, a los asambleístas que aprobaron la ley que regula el matrimonio entre homosexuales y su consiguiente derecho a adoptar, es propio de quien se dice portador de las enseñanzas de amor de Jesucristo, es digno de quien presuntuosamente se asume como sustituto de Jesús?


¿El utilizar epítetos como abominable, aberración humana, etcétera, para referirse a otro ser humano, es parte de la caridad cristiana que predican los obispos y cardenales católicos?

Los clérigos de las diferentes confesiones que presuntuosamente defienden la familia, y que con su actitud lastiman a las y los homosexuales, ¿ya pensaron que la comunidad gay tienen padres, hermanos, sobrinos, primos, e incluso hijos, y que con su supuesta defensa de la familia están, precisamente, atentando contra ella?, o ¿pensarán que los homosexuales nacieron en alguna incubadora?

¿Sabrán los señores Rivera, Sandoval o Cepeda que con su propia lógica axiológica, se les podría juzgar de antinaturales aberrantes por su condición de célibes?

Manuel Deffis Ramos

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