Christian Rea Tizcareño
La salud mental no es vista como parte integral del bienestar de las personas. El desconocimiento o los prejuicios sociales obstaculizan que hombres y mujeres atiendan sus problemas emocionales como la depresión, la cual podría estar detrás de 70 por ciento de los casos de suicidio.
¿Qué tienes? ¡Échale ganas! ¡Levántate! No llores. No te deprimas. No pienses cosas negativas. Todo va a estar bien, vas a ver. Es una prueba. Tú puedes. Sigue adelante. No pasa nada. Arriba ese ánimo. La vida sigue su curso. Sonríe. Estás joven. Tienes un mundo por delante. Hay gente que está peor que tú. Los niños de África no tienen qué comer…
Eufemismos que en lugar de ayudar a quien sufre depresión, agreden y generan más incomprensión, opina Ricardo Domínguez Camargo, jefe del servicio de Psicología del Hospital para Enfermos Crónicos “Doctor Gustavo Baz Prada”, ubicado en Tepexpan, Estado de México.
Domínguez Camargo, integrante de la Asociación Mexicana de Tanatología –conjunto de conocimientos médicos relativos a la muerte– dice que el “botiquín de primera mano” para la persona deprimida es que su entorno social la escuche. Los consejos sordos sólo la ofenderán. No es más importante “lo que yo pueda expresarle desde mi ego”, sino acompañarla con paciencia y oír atentamente su narración.
Especialista en gerontología –ciencia que trata de la vejez y los fenómenos que la caracterizan–, Ricardo Domínguez afirma que el trasfondo de aproximadamente 70 por ciento de los suicidios es la depresión, patología que puede presentarse en cualquier etapa de la vida. Por ende, es un prejuicio social pensar que ocurre con mayor frecuencia en la ancianidad. Hay niños que dejan de comer y empiezan a tener conflictos escolares, pero su familia no alcanza a percibir el problema real del infante, pues erróneamente y a priori se asocia la juventud con alegría y vivacidad.
Para el psicólogo por la UNAM, la persona que vive con depresión tiene baja autoestima, se aísla de las demás personas, su libido decrece y puede presentar patologías psicosomáticas; sin embargo, los síntomas también pueden ser difíciles de identificar, pues esta enfermedad mental suele enmascararse con estados alternos de conducta, tales como insomnio o exceso en el dormir, apetito exacerbado o anorexia.
De no atenderse, la depresión puede habitar en el ser humano por lustros o décadas. Con frecuencia se asocia a conflictos personales y duelos no resueltos. “La dejamos pasar o no la entendemos”. Hay gente que nunca trató o elaboró pérdidas, tales como muertes de familiares, y éstas se acumularon en el devenir de su existencia hasta decantar en un cuadro de intensa tristeza. Incluso, hay esquemas de personalidad que han aprendido a vivir de la depresión, alerta el experto.
Señala que las tasas de depresión son menores en la población no urbana, pues el estrés generado en las ciudades agrava el problema. Las y los citadinos están sujetos a mayores niveles de ansiedad, presiones laborales y se ven obligados desarrollar sus actividades a un ritmo muy acelerado. En suma, no hay tiempo para “hablar consigo mismo”.
Vivir el infierno emocional
También hay depresión colectiva. Ha sucedido en la historia de la humanidad con pérdidas de personajes célebres. Por ejemplo, cuando murieron John Lennon o John F. Kennedy; en el México de los 50, Pedro Infante. Asimismo, hay familias donde persisten patrones de conducta que desencadenan la tristeza profunda de más de uno de sus integrantes.
El especialista recomienda acudir a servicios terapéuticos para tener un diagnóstico preciso y una atención integral; sin embargo, los gobiernos y las personas aún no reconocen plenamente la necesidad de tratar la salud mental con profesionales. En este sentido, tendría que haber al menos la misma proporción numérica de psicólogos y médicos generales en los hospitales públicos.
Mas “habría que entender que dentro de un sistema social en donde tenemos tantas carencias, evidentemente la prioridad número uno de toda persona es alimentarse o tener un techo, y deja muy en último lugar la atención a la salud emocional”.
Una forma de prevenir la depresión es estimular la capacidad para enfrentar las crisis, pero además es fundamental crear conciencia entre la población sobre sus efectos nocivos. Ricardo Domínguez narra que uno de sus pacientes le reveló: “sólo ahora entiendo la gravedad que vivía mi esposa cuando me decía ‘¡me siento deprimida!’, porque vivir en la depresión es vivir en el infierno emocional”. Y para la tanatología, “es una forma de la muerte” del ser humano.
*Publicado en el número 170 del Suplemento Letra S del periódico La Jornada el jueves 2 de septiembre de 2010
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