Sara Lovera México DF, agosto 31 de 2010. En la ciudad de Zacatecas, mil 300 mujeres de 29 entidades de de México se reunieron en el Encuentro Nacional Feminista 2010. Ahí las mujeres diversas, tanto de origen étnico, edades, situación económica como de actividades, representándose a sí mismas, debatieron durante tres días, qué clase de movimiento son. Buscaron fortalecer un movimiento reconocido como fundamental en el país para reivindicar los derechos de las mujeres y el deseo, siempre presente, de mejorar la vida de millones de mujeres que no logran levantarse de su situación de opresión. No se reunían desde hace 18 años, tiempo en que cambiaron muchas cosas en el país. Si bien, como lo dijeron en mesas de trabajo, conversatorios y paneles de discusión, hubo avances legislativos importantes, así como la creación de instituciones y políticas públicas para buscar reducir las desigualdades, lo cierto es que las mexicanas viven un proceso de retroceso en derechos fundamentales, violación a sus derechos humanos y regresiones inaceptables, como los relacionados con sus derechos sexuales y reproductivos y el aborto legal, restringido por gobiernos y legislaturas en diferentes entidades del país. El diagnóstico fue desolador, en un sentido, por el crecimiento de la violencia contra las mujeres, los barruntos de intolerancia a la diversidad y las violaciones constitucionales al Estado laico, a la libertad de las mujeres y al acceso a garantías legisladas. Pero, por otro lado, los relatos de las feministas hablan de que la ideología y la acción están vivas, en diferentes vertientes y corrientes de interpretación sobre el tono y calidad del movimiento. El encuentro permitió que los distintos feminismos se reconocieran; quedó claro que estas militantes son constructoras de una nueva cultura que ha ido permeado en muchas mujeres y muchos hombres, lo que ratificó el sentido de su quehacer. Es verdad que el feminismo sigue siendo una perspectiva de la existencia que pone en la picota formas de vivir, de hacer política, de enfrentar las decisiones desde el poder que excluyen a miles de mujeres, sólo por el hecho de ser mujeres, pero este movimiento mostró - en Zacatecas - que a pesar de su diversidad de estrategias está vivo y actuante. Llamadas a debatir y encontrarse, intentaron durante esos tres días ubicar formas de coincidencia para su acción política y definir como cuerpo crítico, un nuevo o renovado quehacer. No fue algo sencillo, hay posiciones irreconciliables, a pesar de ello, estuvieron de acuerdo en que hay una violencia desatada en el país que obliga al conjunto diverso de las feministas a repudiar todas las formas de militarización en el país; a exigir que se reconozca el feminicidio que ha cobrado cientos de vidas y a demandar el cumplimiento integral de justicia. También examinaron cómo se ha desarrollado una alianza inexplicable entre los gobiernos autodenominados democráticos y la jerarquía de la Iglesia católica, los poderes fácticos y los intereses económicos depredadores, que pone en riesgo la integridad y la vida de las mujeres. Hubo en este encuentro diversos pronunciamientos, particulares, pero en todos los casos las feministas identificaron retrocesos, faltas del gobierno en el cumplimiento de la ley, precisamente cuando en ese terreno se avanzó indiscutiblemente, pero no se consigue aún su aplicación. Quizá este es uno de los graves problemas, porque las mujeres siguen excluidas y oprimidas en amplias capas de la población. Esto es lo que se llama simulación, porque, por un lado, se declara y decreta el avance y, por otro lado, no hay justicia, hay un constante regateo de derechos establecidos y compromisos internacionales firmados. Lo importante del Encuentro, sin duda, fue la posibilidad de que las distintas tendencias del feminismo mexicano dialogaran. Y que ahí, en Zacatecas, se constatara que actualmente la militancia feminista es inmensa. Decenas de jóvenes, antiguas luchadoras, defensoras de los derechos humanos, académicas, periodistas y de distintas regiones y espacios geográficos del país, estuvieron de acuerdo en que el avance de las mujeres, como se dice oficialmente, tiene inmensos pendientes, lo que obliga a repensar qué tipo de país y gobierno se necesita. No todas están de acuerdo en la estrategia y las vías de acción, pero esta vez intentaron debatir sin enfrentarse. La riqueza del movimiento feminista, mostrado ahora en Zacatecas, es precisamente su diversidad y sus múltiples estrategias para lograr la vida y la libertad de las mujeres. Los intentos de nuevas redes de comunicación y acción, que tendrán que surgir a partir de un gran esfuerzo de las militantes, para conseguir constituirse en una fuerza política que atempere la desgracia. No puedo hablar de un renacimiento, pero si hay la convicción de que se inició un proceso unitario fundamental. Alguien dijo que no es por amor y coincidencia, sino por necesidad, ya que la derecha y el autoritarismo obligan a coincidir. La derecha ha intentado un retroceso en derechos que empezaron a construirse en la Revolución Mexicana y que todavía no se logran. Probablemente no serán una fuerza como la imagina el patriarcado y la visión tradicional, parecida a un grupo con un sólo cuerpo ideológico y político, pero lo cierto es que en Zacatecas se refrescó la memoria, se ratificaron posturas y compromisos y no faltaron las diferencias. Una muy importante es cómo conseguir para las feministas la autonomía de pensamiento y acción, algo inconcluso y siempre a debate. Cómo logar un día autonomía real y una ética de comportamiento frente a la negociación y a las tentaciones del poder. Durante el encuentro masivo, porque más de mil 300 mujeres en Zacatecas eran una enormidad, también hubo rescoldos y tentación de control, en tiempos previos a una larga jornada electoral de 2010 a 2012, en que el voto de las mujeres es simplemente la mitad de todos los posibles y necesarios para inclinar la balanza partidaria. No obstante, la sabiduría de estas feministas, lo impidió, sin dejar de reconocer que las mujeres feministas al interior de sus partidos políticos, siempre intentan, a veces con éxito, hacer avanzar leyes, programas y políticas públicas. La otra sabiduría es que una inmensa mayoría, puso el énfasis en lo que no quieren las mujeres: ni guerra, ni militarismo, ni autoritarismo, ni imposición. Hubo de todo y se tejió, sin resultado inmediato, algo que se había perdido: la confianza y la sensación de armonía que urgía en un movimiento todavía disperso, desigual, con interpretaciones muy distintas de la realidad. Lo que se había hecho a un lado en estas casi dos décadas, desde que se reunieron en otro encuentro nacional en Acapulco, hace 18 años. Enhorabuena por eso. |
miércoles, 1 de septiembre de 2010
Feministas contra el Militarismo
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario